Asunción de la Santísima Virgen María: Crónica con ojos de niña

Por Laura Lee Santamaría

Sin intención de dar una clase teológica simplemente diré que aquel dogma proclamado ya hace más de 70 años, dejó asentado que “…la siempre virgen María, habiendo completado el curso de la vida terrena, fue asumida en cuerpo y alma a la gloria celestial” (Pío XII, Munificetissimus Deus).

LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN- BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO

Desde chica le tuve especial cariño a la fecha. Quizás porque coincidía con el día de mi colegio, o porque es el cumpleaños de mi madrina de Confirmación. Con los años entendí, que no se trataba de un simple día en el calendario, y lo que me interesaba estaba íntimamente relacionado a su significado.
La asunción de María es mucho más de lo que una efeméride puede explicar o entender. Su simbolismo y significado van más allá y así también lo entendió la Iglesia cuando en el siglo V se empezó a tratar el tema. Se fijó el día 15 de agosto para lo que muchos llamaban la “Dormición” o “Nacimiento al Cielo” de la Madre de Jesús. A Roma llegó recién en el siglo VII pero se convirtió en Dogma mucho tiempo después. Como lo explica la página oficial del Vaticano, el dogma se proclamó recién el 1 de noviembre de 1950 con el Papa Pío XII. Para nosotros los católicos, este privilegio dio una luz de esperanza.
María nacida sin pecado original, volvió al Padre sin el dolor de la muerte ni la corrupción del cuerpo que son consecuencias de ese pecado. “El hecho de que María esté ya en el cielo en cuerpo y alma es para nosotros un motivo de alegría, de felicidad, de esperanza. Una criatura de Dios, ya está en el cielo: con ella y como ella estaremos también nosotros, criaturas de Dios, un día”, son las palabras que elige el Vaticano para explicar este Misterio.
Salta se caracteriza por tener una fe devota que se fortalece con el paso del tiempo. Nos enorgullecemos de tener en nuestras tierras al Señor y la Virgen del Milagro que ya están entronizados desde fines de Julio. Pañuelos levantados, fieles llorando, pies de peregrinos cansados, las campanas de la Catedral repicando sin cesar y pétalos blancos y rojos que buscan su lugar en el viento se sentirán muy pronto cuando llegue nuestro querido septiembre. Agosto y la Asunción de la Virgen nos acompañan a preparar el corazón para esa fecha, nuestro amado Milagro.
La Virgen María tiene ese efecto. Es venerada por muchas Iglesias, no solo la Católica. Su imagen piadosa y su lugar como intercesora ante Dios, es quizás lo que más nos cautiva de su persona. Creyentes o no, creo que todos coincidimos en que María, con su simpleza, su piedad y su ser de madre, conquistó al mundo. Grandes artistas, como Miguel Ángel, Bartolomé Murillo, Leonardo Da Vinci, Diego Velázquez, entre muchos otros, trataron de capturar su mirada y su esencia a lo largo de toda la historia.
Cada 15 de agosto mi mente me lleva a los pies del Santuario de Schoenstatt. El recuerdo de cuando era niña despierta otra vez y puedo verme caminando entre los árboles del cerro. El sonido de mis zapatos en la tierra empinada que llega a unos bancos fríos de piedra en donde dejo que mi imaginación se dispare. Miro su rostro y la forma en la que sostiene a su hijo mientras escucho a los gorriones lejanos. Miro la ternura de su mirada y el amor de madre que como niña, me hacen sentir en casa. Schoenstatt siempre fue un espacio seguro, lleno de paz y mi lugar de encuentro con María.
Querido lector, no me malinterprete, a Ella la veo seguido. En los sacrificios de mi mamá, en la entrega de mi hermana, y en las sonrisas de mis amigas. La Virgen María es el camino a Dios y con cualquiera de sus advocaciones logra acercarnos un poco más a Él. A través de ella, con su intercesión, la vida se vuelve un poco más simple y tranquila.
Su serenidad y su cobijo nos dan aliento para muchos dolores terrenales. La pérdida de un ser querido, la pérdida de un hijo, el sufrimiento de un hijo, son palabras demasiado fuertes y tristes. Pero ella las transformó en gracia, ejemplo de luz y alivio para los mortales que deambulan en el mundo buscando consuelo.
La Asunción de María al Reino de los Cielos es una fiesta llena de esperanza y amor. Entrega por el otro y serenidad ante la adversidad. El rostro de María, que deseosos buscamos, nos mira desde la derecha de Cristo, y tiene sus manos tendidas hacia nosotros, para que sigamos sus pasos y lleguemos a su lado, a su manto, a ese abrazo de madre que nos espera desde el principio de los tiempos.

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