Por Santa spa de manos
La manicura, como el resto del maquillaje en general, tiene su origen en el Antiguo Egipto. Inicialmente los faraones utilizaban henna para pintar sus uñas y tanto su color como la longitud señalaban el nivel social en esta civilización. Durante el reinado de Nefertiti se creó una ley según la cual únicamente la nobleza podía llevar las uñas de color rojo. En China, la dinastía Zhou puso de moda los metalizados en manicura, que posteriormente la dinastía Ming sustituyó por rojos oscuros y negros. Entonces el esmalte se realizaba utilizando entre otros ingredientes clara de huevo, cera de abejas y goma arábiga. En siglos posteriores, la tendencia era bañar las uñas en aceites aromáticos y después pintarlas de tonos muy suaves.
Sin embargo, hasta el siglo XX no se le volvió a dar demasiada importancia al cuidado de las uñas. En los primeros años continuaron reinando los colores muy claros gracias a la nitrocelulosa con el que se realizaban los esmaltes en Estados Unidos. Durante este tiempo se inventaron instrumentos tan útiles como la lima de uñas, por Flowery Manicure Products en 1910; la cobertura protectora, por Anne Kindred en 1914; así como el palo de naranjo, por el Dr Sitts.
En la década de 1950, el doctor Frederick A. Snack jr. inventó por pura casualidad un nuevo material. Estaba haciendo un molde en su consulta como dentista cuando se le rompió una uña y decidió utilizar el mismo componente que se emplea para sellar las caries. Las primeras marcas en comercializar el esmalte tal y como lo conocemos en la actualidad fueron Cutex y Revlon.
La expansión se produjo en 1970 gracias a Hollywood. Con motivo del rápido crecimiento de la industria del cine, fue necesario comenzar a optimizar los tiempos de rodaje. Anteriormente no se había dado importancia a las uñas de las actrices porque las películas se grababan en blanco y negro, pero con el color fue necesario un estilo de uñas que combinara a la perfección con los cambios de vestuario. Fue así como a Jeff Pink, fundador de la firma cosmética Orly, se le ocurrió en 1975 pintar las puntas en blanco y dejar el resto al natural, únicamente resaltado por el brillo. Esta nueva tendencia fue llevada a París, la ciudad de la moda, cosechando tanto éxito que terminó por denominarse “manicura francesa”.
Años más tarde Max Factor rompió con los tonos rosas, rojos y neutros poniendo a la venta un esmalte color azul turquesa que causó auténtico furor. A raíz de la revolución ochentera surgieron los flúor y se perdió el miedo a innovar en las uñas. Estrellas como Madonna pusieron de moda diseños impensables hasta el momento.
Con el nuevo siglo, las opciones comenzaron a ser infinitas. Uñas cortas, más largas, puntiagudas, en forma cuadrada, redondeada, colores vivos y pasteles.