UN DESAFÍO, UNA FRASE Y UN LABIAL

Relatos de una mujer emprendedora

Por Melina Juárez

Sonó el despertador, el reloj marcaba las seis de la madrugada; se quedó atónita unos instantes con los ojos puestos en el techo, luego miró la luz que se dejaba entrever por la ventana. Revisó su celular, nada relevante para ella, tenía dos correos nuevos, uno de una tienda electrónica; otro, el recordatorio del cumpleaños de su mejor amiga. Y una cantidad de notificaciones de Facebook e Instagram recordando el día de la Mujer. Volvió a mirar la nada y se perdió en el tiempo. Sonó el posponer de la alarma, dejó su celular al costado, se levantó, fue al baño, se vistió como de costumbre. Encendió la pava eléctrica y tuvo más cuidado de lo habitual porque se dio cuenta de que hacía mucho su café no tenía señales de espuma, de haber sido batido. Miró el edulcorante, optó por el azúcar; amaba el café con azúcar.

Sacó de un cajón olvidado una vela aromática de esas que invadían el espacio y le daban aspecto a hogar. Siguió su rutina. Se aseguró de que las mochilas tuvieran cargados los manuales de las asignaturas del día. Preparó la mesa, levantó y alistó a sus hijos. A puras risotadas hicieron un par de jugarretas; cuando pasó la adrenalina y ellos estuvieron despabilados, volvió al comedor. Por un momento extrañó la soledad, también a él, siguió.

Sonó su celular, fue a buscarlo. La agenda empezó a recordarle todos los eventos, las actividades del día; a quiénes no tenía que olvidarse de agasajar -felizmente la vida le había dado la oportunidad de que ese fuera su trabajo-. Por un momento se sintió la Tana Ferro y odió todo: ese día, su vida, que existiera gente que cree en las coincidencias, en los signos, en por qué no funcionó. Hubiera deseado que su realidad hubiese tenido un desenlace diferente, como lo había soñado de niña. Una vocecita la hizo volver en sí –Mamá, ¿este es para mí? ¡Está muy caliente! -refunfuñó. Ella asintió con la cabeza y agregó un chorro de leche fría de forma automática. Él se bajó de la silla y fue a darle un beso, y le regaló una sonrisa, sus manitos bordeaban su cuello, abrazándola muy fuerte con esa empatía que lo caracterizaba, como si sintiera parte de su dolor y quisiera contenerla.

Una película invadió su mente, recordó tantos años de esfuerzo. Levantarse temprano, atender una casa, llevar adelante su emprendimiento. Se dio cuenta de que muchas circunstancias habían cambiado. Que muchas personas ya no estaban, valoró que hayan formado parte de su proceso. Deseó que todas las mujeres tengan alguna vez en la vida la oportunidad que ella tuvo, incluso, en las que se quebró, y no tuvo fuerzas, pero terminó encontrando un motivo y una motivación para salir adelante, incluso antes de ser mamá. Su mejor amiga le mandó un whatsapp deseándole feliz día. Contándole que la niñera iba a pasar la noche con sus hijos, que ella y el marido tenían planes en pareja. Por un momento se alegró, pero no pudo contener el pensar en sí misma y en su realidad, y su sonrisa desapareció. Su celular volvió a sonar; sus amigas, las solteras la esperaban por la noche para juntarse a cenar. Organizó con su prima para cuidar a los chicos un rato. Pasó frente al espejo, se dio cuenta de que siempre, aunque saliera arreglada a la calle para trabajar, no se ponía nada para conquistar el mundo. Se cambió de ropa, usó un labial rojo, más fuerte de lo habitual. Se puso tacos altos. Un vestido que le marcara un poco más la figura hermosa que con los años ella misma había dejado de ver abajo de las estrías, celulitis y los rollitos que contaban la historia de haber vivido apasionadamente. Ese mismo cuerpo que siempre llevaba oculto tras ropa holgada, tapando su inseguridad y arrepentida de no haber vivido la vida como le hubiera gustado. Claro, aunque siempre fue muy intensa, también se autoexigía y sabía que siempre se puede hacer y dar más. Esa procesión diaria que aparecía en su mente molestándola al menos una vez al día. Pero vivida al fin.

Mientras desayunaba y cambiaba información de los temas del colegio, chequeaba su celular y dejaba pasar las historias de Instagram, una simple frase le cambió el día: ES DIFERENTE HACER LO POSIBLE, QUE HACERLO POSIBLE. Inmediatamente volvió en sí, y unas fuerzas inexplicables se apoderaron de ella recobrando vida, y afloró el brillo que había quedado tapado de polvo bajo una alfombra. Una mujer que es independiente, con hijos; que trabaja y lidera un equipo aunque ella no esté en el puesto más alto, pero que sabe que desde su lugar tiene la posibilidad de cambiar muchas vidas. Que con el tiempo, adolescente o con más edad; cada día con más experiencias, empezó a valorarse. Una mujer que sabe que puede dormir sola pero que siempre hay alguien para compartir un momento, para darle una palabra de aliento, para un abrazo, y también sabe que no necesariamente esos gestos vienen de un hombre (claro, si su orgullo le permite levantar el teléfono y pedir ayuda). Una mujer que aprendió a mostrar sus sentimientos porque entendió que el juego está en vivir intensamente, pero que a veces se le olvida. Que aprendió a dar sin esperar nada a cambio.

Entonces se dispuso a cambiar su actitud y comprendió que muchas mujeres eran felices a través de su aporte. Y que amaba su trabajo, y decidió ser parte del cambio que ella quería en el mundo, optó por ser quien dá y no quien espera recibir algo. Aceptó su realidad y empezó a disfrutar de lo que estaba viviendo en ese mismo momento. Y se sintió verdaderamente feliz, porque iba a tener la posibilidad en sus manos de lograr un impacto positivo sobre muchas mujeres; personas que por medio de su trabajo tenía que agasajar, y aunque no recordarían su nombre, lograría que no olvidaran ese día. Y su actitud era como cuando estaba en pleno auge, se reseteó. Recordó su capacidad de reiniciarse como cuando una computadora se tilda.

Tantos años de estudio, tantos cursos aprendidos. Tantos errores; se culpó por ellos, pero luego se dio cuenta de que fueron parte de su crecimiento. Agradeció haberlos vivido. Se perdonó. Se decidió a dejar de autosabotearse, a abandonar los pensamientos aburridos, negativos, rutinarios que estaban llevando a una vida no deseada. Porque cada segundo es una oportunidad de cambiar el mundo. Ella lo sabía.

Recordó que amaba ayudar y sabía que a eso había venido al mundo, -a veces uno se pierde en la rutina y prioriza lo urgente poniendo en segundo lugar lo importante, muchas veces sin hacerse el tiempo para lo segundo; sin embargo lo importante es lo que le da la esencia a la vida, a nuestro ser, es lo que nos define -pero si no estaba bien, no podía con nada.

El respeto también comienza por uno, y es parte de la valoración de a dónde vamos y a dónde queremos llegar. -Seguían pasando las historias de Insta… “Cuidado, que lo que se permite, da lugar a la forma en que uno toma la vida. Lo que está bien, está bien y lo que está mal, aunque lo haga todo el mundo, está mal”. Mucha información junta, muchos replanteos que pasaban más rápido en su mente, que esas historias en su móvil.

Siguió dándole fuerza a esos pensamientos nuevos y renovadores de energía. Llenos del valor que creía que había perdido. De repente empezó a sentir cada parte de su cuerpo, “el poder del ahora” empezaba a dominar su ser. Cuando la alegría se siente, es más fuerte que cualquier sentimiento de tristeza.

Aunque esta invada, y aunque cueste largos lapsos de depresión, siempre se puede salir adelante y revertir la situación. Nadie dijo que sería fácil, pensó, pero se puede, se trabaja sobre los pensamientos positivos, para hacerlos abundantes y vivir en agradecimiento. Y salió a brillar con esa luz propia que caracteriza a cada persona
en la tierra, la misma de la que no todos son conscientes, y esperan a que la vida los golpee para reaccionar.

En la empresa había mucha gente que dependía de ella. En su casa también. No podía dejarse estar. No entendió en qué momento se olvidó, inclusive, hasta de ella misma. Sabía que si no se cuidaba, no podía cuidar su entorno. Era consciente que si ella caía, otros caerían también. Pero era muy necesario volver a cuidarse. A mirarse en el espejo, reconocerse, valorarse para poder valorar a aquellas personas con las que compartía sus días. Así comenzó una nueva etapa, porque “siempre estás a tiempo”, se dijo. Sin importar el qué dirán, la hora, o el lugar que nos circunda, sin pensar en cómo la verían las personas a partir de ese momento. Porque nadie usa sus zapatos, nadie ama, se ilusiona, sufre, llora, o es feliz por ella, más que cada uno.

Ella decidió dar todo lo que tenía, que era mucho, pero ni ella dimensionaba cuánto. El “día de la Mujer” si bien se celebra un día al año, es todos los días; y esa fue su mejor excusa. Empezó a vivir como si fuera el último día de vida, no porque lo deseara, sino que eso la ayudó a impulsarse para dar lo mejor que tenía (a veces necesitamos perder para apreciar).

Una emprendedora no solo cuida de sí, y se trata con amor, sino también de quienes la rodean. Está atenta a cada detalle. Sabe que su vida no depende de nadie más que de ella (lección aprendida después de muchas desilusiones, de querer cargar a alguien más, con sus culpas y sus fracasos). Una emprendedora siempre avanza, no se detiene, más que para disfrutar del camino. Mira para adelante, aprende de sus errores y los reconoce humildemente, los corrige cuanto antes; para ganarle tiempo al tiempo. Se automotiva, es perseverante, incansable, y es feliz con cada situación porque sabe que nada es para siempre, y que lo mejor, siempre… está por venir.

 

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