Por: Mariana Araujo
El día que conocimos el terreno en donde iba a estar nuestra nueva casa giré 360 grados y observé el entorno. Al este se encontraba el inmenso cerro en el que se desperdigaban las pavas del monte. Los ceibos centenarios y la humedad del lugar me ayudaron a tomar una decisión: armar un jardín de flores para transformar ese espacio en nuestro lugar en el mundo.
Comencé entonces a investigar e interiorizarme sobre el cuidado de las flores y jardines, especialmente el submundo de las rosas. Y fue así que las búsquedas por internet me fueron llevando por casualidad (o causalidad) a conocer las rosas inglesas.
Estos rosales modernos, fueron hibridados en este siglo por David Austin, un escritor y horticultor inglés. Él logró reunir el carácter y fragancia de las antiguas rosas de jardín con los colores y capacidad de refloración de las rosas modernas, creando las rosas D.Austin. Actualmente cuenta con aproximadamente unos 190 cultivares y cada rosal lleva el nombre de algún familiar suyo, rosalista, escritor británico, celebridad o artista.
De a poco fui plantando uno por uno los rosales. Cada año que pasaba conseguía distintas variedades en gran cantidad, pues la ambición es una característica de los fanáticos de las rosas. Cuentan que en 1800 Josefina Bonaparte y otras emperatrices competían por tener la mayor cantidad y variedad de rosales. Aquella llenó el jardín de su palacio con miles y miles de ejemplares de cada rincón del mundo que hacía traer en barco.
Con el correr de los meses, mi pasatiempo se transformó en pasión debido a que comencé a realizar arreglos de flores para alegrar la casa y la mesa de los cumpleaños y eventos familiares, hasta que en época de pandemia decidí que ese hobby se convertiría en emprendimiento y nos embarcamos con la familia en el proyecto ENFLOR: un taller en casa de ramos y arreglos de rosas y otras flores de nuestro jardín. Pero como todo en la vida, a medida que uno avanza se da cuenta que debe mejorar, actualizarse y refinar el ojo, por lo que comencé a tomar cursos presenciales y virtuales con maestros de oro.
En cuanto al cuidado de las rosas, me enseñaron que, si bien soportan bastante las inclemencias del tiempo, se necesita un alto mantenimiento para evitar enfermedades (hongos), fumigarlas, fertilizarlas, podarlas en invierno y mantenerlas bien hidratadas, sobre todo en época de sequía.
Sobre la confección de un bouquet aprendí que lleva preparación, tiempo y paciencia, dado que no es un mero rejunte de flores al azar. Implica pensar la paleta de colores, elegir las rosas, cortarlas, quitar espinas, deshojarlas, pensar el entorno y las diferentes técnicas del armado.
En el caso de las rosas inglesas muchas son las características que las diferencian de las de corte: su porte arbustivo, la variedad de colores, su aroma exquisito y sus flores arrepolladas que a medida que se van abriendo cambian completamente de forma. Por otra parte, hay desafíos que vencer, sus tallos son bastante finos y frágiles y al cortarlos la rosa tiende a caerse hacia adelante por su peso, circunstancia que hace necesario alambrarlas o apoyarlas en una estructura de ramas. Para el follaje utilizamos eucaliptus, helechos, pitosporum o buxus y completamos con florcitas silvestres o de nuestro jardín como las salvias.
En este camino de aprendizaje tomé conciencia de que cada ramo encierra una historia de vida y que siempre puede transmitir buena energía y cambiar un poco los momentos de la vida de las personas, desde embellecer un ambiente hasta acompañar a una novia o aliviar una enfermedad.
Pienso que no hay nada más gratificante y placentero que poder crear con lo que la naturaleza nos ofrece. Sólo aconsejo que estemos más atentos a nuestro alrededor, hay que detenerse a observar y contemplar porque el afuera nos aporta muchísimas ideas y depende de nosotros concretarlas.
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