PEREGRINAS AL ACONACAGUA

Nuestra amistad terminó de sellarse en mayo de 2018, cuando emprendimos juntas el Camino de Santiago de Compostela en Galicia. En aquella ocasión, fueron 14 días de indescriptibles vivencias que nos regaló esa ruta mística y ancestral, donde el presente se urde con el pasado, y el alma siente con más intensidad de lo habitual. Una convivencia entre un grupo heterogéneo de mujeres en todos los aspectos, pero con un mismo sentido: experimentarse a sí mismas, reconocerse, sentirse, conectarse con aquello que nos trasciende como personas.

Por Las Preregrinas

Meses después, quizás en la añoranza de aquellos días de felicidad compartida en el Camino, surgió el anhelo de ir al Aconcagua. Una caminata de 4 días que nos llevaría al pie de la Pared Sur del Coloso de América, un abismo de 3000 imponentes metros que se elevan ante la finitud y lo minúsculo de quien la observa.

Si bien el Camino nos había dado la experiencia de estar y caminar juntas, esta aventura nos traería un reto nuevo y radical. La Montaña tiene sus profundas particularidades, entre ellas lo inhóspito, el aislamiento, la altura, las condiciones climáticas, el volverse básico en nuestras necesidades para poder adaptarse; para quienes nunca habían tenido la experiencia de un campamento en la Montaña, definitivamente este viaje requeriría de un desafío personal mayor a lo habitual.

Seducidas por esta iniciativa y confiando en la energía que la suma de nuestras voluntades genera cuando nos embarcamos juntas en algún proyecto, el viaje fue tomando forma y así es como en febrero de este año partimos “Las Peregrinas” (apodo familiar que nos hemos ganado) rumbo al Aconcagua.

7 mujeres, 7 amigas, 7 almas, buscando algo que quizás resulta difícil de comprender en estos días… explorar nuevas motivaciones, desafiarse interiormente, trascender barreras, animarse a soñar y que se haga realidad. Es mucho más que viajar, es ir por esa vivencia que termina transformando radicalmente la medida que tenemos de nosotras mismas, lugares que nos piden más individualmente y mucho más como grupo humano: más conciencia, más apertura, más conexión, más sentir interior, más escucha, más paciencia, y sobre todo más comprensión del Sentido de Existir… nutrir nuestra memoria emotiva con satisfacción interior, naturaleza viva e instantes de plenitud, quizás sean estos los mejores momentos con los que podemos alimentar nuestra existencia, donde cada vivencia devela algún aspecto interior que no conocíamos de nosotras mismas, donde al vernos seguir y seguir, avanzar más allá de lo conocido, dar lo mejor de cada una y aprendiendo también a recibir, nos va transformando en otro ser, uno más humano y real del que inició el viaje…

Y así fue que el Aconcagua se hizo eco de las risas de “Las Peregrinas” quienes, con gran sentido del humor y camaradería , paso a paso, hicieron gala de ese permiso de ser tal cual se es junto a los seres que sentimos nos une un genuino cariño. Y en la base de la Pared Sur, ante la magnificencia de la naturaleza descubrimos mucho más de nosotras mismas, como seres y como amigas. Regresamos expandidas, plenas de vida, satisfechas de todo lo sentido, vivido, reído y llorado… es que de eso se trata cualquier Camino.

 

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