Por Cutusú
La vida de Santa Teresa de Jesús podría ser una novela atrapante, solamente situarnos en el siglo XVI español nos sugiere un auge literario grandioso. Si yo tuviera que escribir la biografía de la Santa, una parte crucial sería el momento en que junto a su hermano Rodrigo se escapa a la tierra de los moros para que estos le corten la cabeza y así, poder ser mártir y estar cerca de Dios. Lo curioso de esta situaciones es que ella era muy chica y ya desde ese momento tiene un despertar místico que la llevará a fundar la orden de las carmelitas descalzas, a escribir libros espirituales. Su constante búsqueda de Dios y su afán por ser su soldado más fiel hará que la recordemos como la doctora de la Iglesia Católica.
Creo que una manera de encontrar a Jesús es leer lo que escribieron los santos porque ellos vivieron muchas situaciones terrenales que los llevaron a elevar su espíritu. Son de gran enseñanza para nosotros. Y como Santa escribía muy bien, es reconfortante leerla. De todo lo que leí de ella, lo que quedó marcado en mí es una oración.
“Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, solo Dios basta” es una frase que me sé de memoria desde siempre, quizás porque fui a un colegio donde la patrona era Santa Teresa de Jesús, quizás porque es la santa favorita de mi abuela Susana, quizás porque cuando estuve en Ávila compré muchas estampitas con esta oración.
En realidad, la oración es mucho larga y en el medio de cada frase faltan otras. El texto completo es de una belleza mística única, pero la abreviación que muchos aprendimos es justa. No tiene una palabra de más ni de menos. A mí me recuerda que estamos aquí de paso, entonces vuelvo a concentrarme en lo importante. Saber que solo morir permanece me mantiene alerta, me obliga a vivir liviana.
“Todo se pasa” es para mí el alivio más grande, es saber que el dolor más grande tiene fin y que la alegría más pura no es para siempre. “Todo se pasa” es recordarme que mi hijo no será un niño eterno, es saber que el llanto tiene final y que la amargura en un punto se va. La vida está hecha de momentos, destellos de luz que no brillan nunca de la misma manera.
“Solo Dios basta” es recordarme mi condición humana, pero también mi condición divina. Es tratar de encontrar a Dios en mis actos, en mis sentimientos y en la energía que emano. “Solo Dios basta” es saber que si no cultivo mi vida espiritual, no voy a encontrar sosiego en la materia. Es volver al principio y poner en orden todo. Es poder confiar en algo o alguien que me va ayudar a que todo salga bien. Y confiar no es una tarea fácil, no es algo que se logra con rezos, porque en el fondo es soltar el control y tirarse al vacío.
“Nada te turbe, nada te espante” me recuerda que la única manera de pasar la tormenta es vivir de adentro, es decir que, si tengo paz interior, nada me va a descolocar tanto como para dejar de tenerla. Además, muchas veces las situaciones que nos perturban no son tan importantes para quitarnos nuestra paz. Si mirarnos nuestros dramas de hace veinte años es probable que nos causen risa o ternura.
No recuerdo cuándo aprendí a rezarla, pero funciona como un mantra que repito un sinfín de veces hasta que mi cabeza se calma. Le quita drama a cualquier situación y entonces vuelvo a respirar más tranquila.
