Por Lucía Gómez Rincón Lic. Psicología MP 991
Muchas de las consultas que recibo de los padres hacen referencia a las conductas inadecuadas que manifiestan sus niños; mayormente escucho ´se porta mal’, ‘hace berrinches’, ´no quiere hacer algo y entonces grita, pega, llora’, o ‘cuando le digo que no, se enoja’. Para empezar, vamos a definir qué es la conducta y vamos a eliminar el término de buenas o malas conductas para referirnos a conductas adecuadas e inadecuadas.
La conducta es todo aquello que podemos observar, es lo visible, como ser, movimientos corporales, expresiones faciales, gestos. Como por ejemplo saludar, gritar, patalear, llorar, entre otras.
Toda conducta, además de tener su forma, que sería la manera en que se manifiestan, tienen una función. Los niños realizan diferentes conductas con el fin de obtener un resultado. Detrás de ellas hay un propósito, que puede ser: llamar la atención, evitar algo o conseguir algo, cuando un niño grita lo hace para conseguir que le compren algo o para manifestar lo que quiere o su malestar.
Cuando se presentan conductas inadecuadas o desafiantes, es importante saber qué puede hacer el adulto para poder modificarlas, pero, ¿qué es una conducta que se considera inadecuada? Se consideran inadecuadas aquellas conductas que no corresponden a la etapa madurativa en la que se encuentra el niño respecto a su intensidad, duración y frecuencia. Asimismo, es inadecuada cuando resulta descontextualizada o cuando hay daño físico hacia otra persona o hacia sí mismo.
En los niños con desafíos en el desarrollo, se observan este tipo de conductas inadecuadas, y ellas pueden deberse a problemas sensoriales (un sonido que lo perturba mucho), dificultades en la comunicación (no puede hablar para decir lo que le pasa), problemas emocionales (enojos), inflexibilidades (no aceptar cambios), dificultades en la sociabilización, entre otras. Por eso es tan importante poder ir más allá de lo que se observa e investigar qué hay detrás de esa manifestación. Este análisis debe realizarse siempre con la ayuda de un profesional que pueda orientarlos, ya que ninguna conducta tiene la misma intencionalidad, esto varía según el contexto y la situación comunicativa.
Una linda definición de conducta desafiante la expresa Javier Tamarit: “las conductas desafiantes son aquellas que retan al contexto, al entorno, a diseñar soluciones, a proponer alternativas y modificaciones en ese mismo entorno, y no tanto, a proponer acciones dirigidas a la persona”.
Es decir, la conducta desafía al contexto, a los adultos a proponer respuestas que favorezcan conductas adecuadas y minimicen la ocurrencia de las conductas desafiantes.
Como padres se preguntarán cómo se hace para abolir o disminuir una determinada conducta inadecuada. Si bien hay diversas estrategias y análisis que se implementan, es importante saber que cuando se manifiesta la conducta desafiante no hay que reforzarla, es decir, si el niño llora y grita para conseguir algo y el adulto termina cediendo a ese llanto y grito, la próxima vez que quiera algo lo va a volver hacer. Los niños entienden qué consecuencia trae cada comportamiento y, en base a esa consecuencia, lo repiten nuevamente o no.
Es importante aclarar que, así como no hay que reforzar una conducta desafiante, es importante reforzar positivamente la conducta que esperamos, para que la misma se siga manifestando. El apoyo conductual positivo, el poder ponerse en el lugar del niño, validar su emoción, ofrecer otras soluciones y la comunicación positiva son grandes herramientas para lograr modificar una conducta inadecuada. Es importante como padres poner límites a los niños, pero siempre desde la comprensión de que esa conducta significa algo para su hijo.
Los anticipadores visuales en los niños pequeños o con bajo nivel de comprensión son una herramienta que ayuda a transmitir al niño lo que va a ocurrir y así bajar su ansiedad ante los cambios de actividades o rutinas. El tiempo es algo tan abstracto para ellos que, si los ayudamos con imágenes o alarmas que indiquen cuándo empieza y termina una actividad, pueden adaptarse mejor a ella. Las estrategias sensoriales, como masajes que no resulten cosquillosos o suaves movimientos, son de suma importancia, ya que ayudan a que el niño se encuentre regulado y calmo. Todos cuando estamos regulados actuamos de mejor manera.
Desde la psicología cognitiva, para poder modificar una conducta debemos hacer, como se dijo anteriormente, un análisis funcional de la misma, es decir, hay que investigar qué genera esa conducta, cómo se manifiesta y qué consecuencias tiene en el niño y en el entorno.
Un planteo de tipo esquemático como el siguiente permite ver con claridad los hechos predecesores y posteriores a cada conducta inadecuada.
Antecedente | Conducta | Consecuencia |
¿Qué paso antes que se manifieste la conducta? | ¿Cuál fue la conducta? | ¿Qué pasó inmediatamente después? |
El objetivo de este análisis, sumado a otras escalas que se realizan conjuntamente con los padres, busca reemplazar la conducta inadecuada por una socialmente adecuada. Es importante recordar siempre que toda conducta buena o disruptiva tiene un objetivo y una consecuencia. Está en los adultos darles a los niños herramientas para que ninguna conducta resulte inadecuada. De eso se trata educar y acompañarlos en el crecimiento, entre otras cosas, de convertir un comportamiento inapropiado en un comportamiento funcional para que se crezca feliz en su entorno.