Por Juanito Vilariño
Para abrir esta columna, elegí un texto inclasificable. Surgió de la lectura de muchísimos decálogos, consejos y hierbas parecidas, escritas por otras plumas. Quise hacer una versión breve y personal para mis sobrinos, pero creo que puede servirle a cualquiera. No me quedó tan breve:
Aprendé a decir que no cuando sientas que es no, desde ya. Eso distingue a un infeliz de un sabio. Tratá de no ser bocón, porque se corre el riesgo de hacer el ridículo. En muchas situaciones la gente no va a entender ni aceptar lo que queres decir.
No te consideres menos ni más que nadie. Mucho mejor si no te medís y punto.
No vivas anticipando lo que va a pasar. Eso se convierte en el combustible de la ansiedad que te quema el presente. Además nunca vas a estar preparado para los cambios extremos. Ni para los períodos de bonanza, ni mucho menos para la mierda.
Ante lo trágico vas a crecer o no dependiendo de cómo reacciones. Es tu elección y responsabilidad.
Estamos en movimiento perpetuo, por eso no te agarres a nada. Si necesitás de algo o alguien para respirar, estás jodido. Nada va a estar igual de aquí a un par de años.
Desear con mucha fuerza que el universo te acerque lo que queres no es viable. Hay que moverse.
La inteligencia no es una suma de títulos, masters y conferencias, sino la capacidad de adaptarse a distintos contextos. También es la forma en que se recibe y ejecuta humor. Nietzche sabía algo de esto. Los inteligentes se conocen a sí mismos y conocen a los que piensan de otra manera. Incluso son capaces de defender a los que piensan distinto.
Aprendé a ser consciente y después a convivir con los privilegios que tenés sólo por nacimiento. Poder leer esto ya es uno, y son incontables.
Si vas a estudiar que sea por gusto, y que lo que elijas esté relacionado de forma íntima con tu vocación. Si no sabés cual es, ya estás perdiendo el tiempo.
Las demás personas son una mezcla de lo que mamaron en su casa y de lo que quieren cambiar para el día de mañana. Por eso actúan como actúan. Ponéte cada vez que puedas en otros zapatos, porque la empatía hace maravillas.
Comé con personajes a los que consideres más interesantes que vos, o que se dediquen a cuestiones muy distintas. Compartí y escuchá.
Tenés que leer mucho. Primero, porque es un placer. Además, la lectura te va a abrir senderos que a veces no pueden los estudios ni los contactos.
Hay que trabajar, no queda otra. Incluso cuando no se disfruta es beneficioso.
Nadie te debe nada. No esperes nada de nadie. Lo lindo que te dé otro tiene que ser una sorpresa, así que no planees en base a eso.
Es muy probable que no te reconozcan por lo que sabés hacer bien o por lo que te gusta. Pero tener esa pasión transforma lo cotidiano en sublime y te va a llevar lejos. Igual que caminar un poco cada día, no te olvides.
La gente se va. Se muere, quiero decir. Al último vos también te morís. Es lo que hay, y está bien que sea así. De lo contrario no cabríamos por las veredas.
El amor tiene estructura aristotélica. Hay que asumirlo.
Es feo olvidarse de las deudas y de las personas que te ayudaron alguna vez en el camino.
Arrepentirse y tirarse de los pelos por algo que hicimos o dejamos de hacer es inútil. Al fin y al cabo no vas a escuchar lo que hablen de vos el día que te entierren. Al mismo tiempo, no guardar rencor ayuda a perdonar, y perdonar da tranquilidad.
No seas de los que no cambian de parecer o de los que dicen ser intransigentes. Cambiar es sano. Lo contrario es soberbia y se enquista. Confesá en voz alta cuando cambies de opinión.
Intentá pasarla bien igual cuando no tengas tanta plata, para después no ser patético en el caso de que sí la tengas. Cualquier noche es buena para tomarte el mejor vino que haya en tu casa. No guardes nada para ocasiones especiales. Te juro que se necesitan muy pocas cosas para vivir bien. Lo que creemos indispensable en un momento, termina siendo un accesorio inútil antes o después. No acumulés.
Alguien me enseñó que las decisiones que te cambian la vida no se toman ni los domingos por la noche, ni los viernes al mediodía. Las tomás un miércoles a la hora de la siesta.
Hay personas que sin querer, o porque te quieren, te hacen ser mejor. Otras que te voltean porque te quieren mediocre. Cada uno elige su yunta.
A la larga, ser buena gente es más sano y beneficioso.
Nunca creas que tu país es el único en el mundo, o que es el mejor. Mejor dicho, no creas en países, ni en banderas. Eso se cura viajando. Gasta hasta lo que no tengas para viajar.
Las turbas tienen mucho peligro y rara vez razón. Las religiones no son dueñas de verdades absolutas. Hay muchas formas de trascender. Igual está bien que no te interese trascender. Son las ovejas las que siguen a los pastores después de todo, y ¿no son más sexis los lobos?
No creas que ya no das para más. Si fuera cierto, te morirías al toque. Hacer cosas divertidas las veinticuatro horas del día no tiene nada que ver con la felicidad. Estar tranquilo por dentro y vivir en calma, sí.
Actuá como para que te lloren hasta los adoquines cuando te vayas. No te preocupes por dejar cosas, sino de dejar a los que se quedan aquí con ganas de tomarse otra copa con vos.