Por Láquesis
Llena teatros y auditorios, y los aprovecha para transmitir sus valores y mostrar de forma abierta lo que piensa. Tanto en el escenario como en cada libro que escribe, Elvira quiere ofrecer algo mejor, basado en las nuevas experiencias que va adquiriendo, en su aprendizaje y en sus nuevas lecturas. C
on casi 310 mil seguidores en Instagram hoy en día, a través de su voz y sus escritos, ayuda sobre todo al público adolescente a resolver inquietudes de la duda existencial propia, característica de la edad, de hechos de la vida cotidiana, y situaciones que abrazan la tristeza y el amor.
La Soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida es poesía, cuarto libro de la autora, para la audiencia, el mejor de todos. Ella dice que estas líneas la salvaron, como un poco a cada lector. Toca el corazón de todos aquellos que acaban de romper con sus parejas. Sufrir un final de algo puede ser un tanto traumático. Acompaña en la transición a quienes sienten que aún la otra persona está ahí, hasta que se supera. Los recuerdos de lo que era la relación, la otra persona en sí, siguen estando presentes, las fotos, los momentos. Pero cada día se va disolviendo un poco más.
A medida que se va haciendo duelo, hay momentos, olores, imágenes que quedan atrás, a veces invade la angustia de haberse olvidado de recordar, como un hecho culposo. Ese desgano lógico que habita en el cuerpo de cada quien por la tristeza, deja de ser el centro y uno empieza a mirarse a sí mismo y a reconocerse, sin la existencia del otro.
Se convierten en partes del recuerdo, pero a medida que avanza el tiempo, una mueca primero, una más grande unos días después, y un día, se vuelve a sonreír. Son situaciones que posiblemente sean necesarias atravesar para comprender la propia esencia del amor y de la vida.
