Por Patricia Cerrizuela
En un mundo que va transformándose velozmente y en medio de tanta incertidumbre producto de esta voragine sólo nos queda una certeza: todavía no sabemos lo que se viene, y por lo tanto, tampoco sabemos si estamos preparados para ello.
En lo que a desarrollo económico de una sociedad se refiere, ya no hay dudas de que a nivel global el emprendedurismo asumió una gran relevancia por su potencial de impacto en el desarrollo sustentable y en la vida de las personas, y es por eso que hoy se lo considera una poderosa fuerza económica.
Al mismo tiempo que vivimos este fenómeno y en momentos de crisis como en el que estamos, solemos encontrar dos estereotipos: la persona que se paraliza y se queda quieta tratando de que lo afecte lo menos posible, y aquella que ve en las crisis oportunidades y decide moverse y “hacer algo”.
Normalmente identificaríamos este segundo estereotipo con el de un emprendedor. Los emprendedores actúan de esa manera porque están acostumbrados a moverse en entornos impredecibles, inciertos, ambiguos y que requieren una mentalidad específica. Están abiertos a una gran variedad
de posibilidades, fabrican y reconocen nuevas oportunidades, hacen que los mercados encuentren, acepten y aprovechen el fracaso, e interactúen en distintos frentes, todo con el propósito de crear el futuro y no tratar de predecirlo. En ese sentido no sólo hay emprendedores de oportunidad, sino también emprendedores por necesidad, que aumentan en épocas de crisis, y emprenden para poder autoemplearse y generar ingresos que reemplazan un trabajo.
Por eso propongo la pregunta: “¿cómo podemos ser emprendedores?”. Así descubrimos que para ser un emprendedor no hace falta tener un garage (como los famosos casos de Silicon Valley), ni súper poderes, sino que entrenando ciertas habilidades podemos pensar con una mentalidad emprendedora, que se adapta mejor a estos tiempos de crisis.
Históricamente vemos el hecho de emprender como un proceso. Y un proceso por definición requiere tener los recursos para encararlo, información y un resultado esperado. Si bien esta orientación es el enfoque más común, no es el más realista ni el más eficaz para el entorno actual, que se caracteriza por niveles cada vez más altos de incertidumbre, escasez de recursos, falta de información del mercado y la necesidad de crear algo de cero, innovador, que no exista. Por eso necesitamos aprender a emprender desde una perspectiva distinta.
Desde la Universidad de Babson, en Boston, proponen “Emprender como un Método”. Un método representa un conjunto de habilidades o técnicas que ayudan a desarrollar una serie de prácticas que impliquen pensar y actuar de manera más creativa y emprendedora, que nos ayude a leer mejor las oportunidades y pensar nuevas soluciones.
Gracias a internet podríamos decir que hoy la información está al alcance de quien la busque. Lo que verdaderamente agrega valor es aprender métodos que resistan la prueba de cambios dramáticos en el contenido y el contexto, y que se centren en las personas. Esto significa ir más allá de entender, conocer y hablar. Requiere usar, aplicar, actuar. Es aprender una forma de pensar a través de la práctica, utilizando un conjunto de habilidades que todos tenemos de manera innata.
Estas perspectivas representan un punto de vista más antiguo y uno más nuevo. No es una mejor que la otra, sino que tienen diferentes lógicas, formas de pensar y emprender. Según el contexto se puede usar una u otra, o incluso, ambas. La visión más antigua ve al emprendimiento como un proceso lineal en el que se siguen los pasos y los resultados son totalmente predecibles.
Por esta razón, algunas veces se llama la lógica predictiva. La nueva visión ve el espíritu emprendedor como una mentalidad y un método que requiere práctica. Los recientes avances en el campo han denominado a esto la lógica de la creación.
Veamos un ejemplo: si organizamos una cena en casa con amigos, yo pienso qué vamos a comer, hago una lista de lo que necesito, voy al supermercado a comprarlo, cocino, preparo la mesa, llegan mis amigos, comemos y la pasamos bien. Es un proceso: tengo un plan, un resultado buscado y una idea clara de los recursos y procesos que necesito para llegar a ese resultado.
En cambio, si estoy en casa una noche y mis amigos llegan de sorpresa a comer, abro las alacenas, la heladera, veo qué tengo y preparo algo con lo que hay. Igualmente comemos y la pasamos bien, pero la forma de hacerlo fue distinta. Creamos una comida con los recursos que teníamos y sin saber de antemano que eso iba a ocurrir.
El hecho de que haya dos perspectivas principales sobre emprender nos desafía a repensar lo que realmente significa el espíritu emprendedor o una mentalidad emprendedora. Ya no se trata de una ruta de inicio y crecimiento de una empresa mediante
un proceso lineal paso a paso. Ahora, en cambio, es una práctica continua y más desordenada de crear oportunidades, emprender acciones inteligentes, aprender e iterar, usando un grupo de habilidades para navegar por un mundo en constante cambio.
Las habilidades que se entrenan en lógica de la creación son 5:
•El juego: Libera la imaginación, abre nuestras mentes a una gran cantidad de oportunidades y posibilidades, y nos ayuda a ser más innovadores. •La empatía: Nos ayuda a entender las emociones, circunstancias e intenciones, pensamientos y necesidades de otras personas.
•La creatividad: Potencia una apertura mayor al mundo, liberando la capacidad creativa para crear y encontrar oportunidades y resolver problemas.
•La experimentación: Va en la línea de actuar para aprender, probando algo, aprendiendo de ese intento y construyendo a partir de ese aprendizaje algo mejor.
•La reflexión: Ayuda a darle sentido a todas las otras habilidades, codificando lo que se aprendió durante su práctica.
La buena noticia es que a estas habilidades las tenemos innatas, sólo que solemos dejar de usarlas a medida que pasan los años porque vamos generando filtros que las opacan. Hoy son valoradas, no sólo para emprender, sino también para trabajar dentro de empresas. Según un informe del World Economic Forum la empatía y la creatividad fueron las dos habilidades “blandas” más buscadas por las empresas a la hora de contratar empleados.
Al momento de emprender no hay una fórmula mágica para el éxito, pero si entrenamos estas habilidades y generamos una mentalidad distinta, estaremos preparados para trabajar de manera más inteligente y rápida, y podremos tomar decisiones basadas en la realidad en lugar de en suposiciones, o crear nosotros mismos la nueva realidad.
En vez de generar un producto y salir a buscar un cliente, es buscar un cliente –entendiendo su problema o necesidad– y crear un producto. En lugar de buscar recursos, es crear algo con los recursos que ya tengo disponibles. Es aprender haciendo, la acción es lo más importante. ¡Sin excusas, manos a la obra!