Por las Licenciadas en psicología Paula Buireo y Paula de los Ríos
Siglo veintiuno y en ocasiones se sigue considerando el término inteligencia como sinónimo de un coeficiente intelectual alto o bajo. O al menos es lo que se creía hace tiempo, ¿es realmente así?
En 1983 se produce un cambio de paradigma cuando el psicólogo estadounidense Howard Gardner postula la teoría de las inteligencias múltiples. Estas son el conjunto de habilidades personales, emociones y sociales que influyen en nuestra manera de relacionarnos con el medio. Además, lejos de pensar a la inteligencia como un don con el que nacemos, es[L1] una habilidad que podemos ir desarrollando y potenciando a lo largo de nuestra vida.
¿Cuáles son estas inteligencias? La corporal cinestésica, que utiliza el cuerpo como medio para expresar ideas; la lingüístico verbal, dada por la habilidad en el uso de la palabra a nivel oral o escrito; la lógico matemática, relacionada al manejo de los números y sus relaciones lógicas; la naturalista, caracterizada por la habilidad en la observación e interacción con la naturaleza; la musical, dada por la capacidad para transformar y expresar las formas musicales; la espacial, para visualizar ideas e imágenes en el espacio; la interpersonal, dada por la sensibilidad para empatizar e interactuar eficazmente con los otros; y, por último, la intrapersonal relacionada con la habilidad para regular las propias emociones y conocerse a uno mismo. Por lo tanto, todos podemos desarrollar una combinación de estas inteligencias, algunas en mayor medida que otras.
Pero no termina acá. No es hasta 1995 que Daniel Goleman toma las inteligencias intrapersonal e interpersonal para desarrollar y profundizar el concepto de la “inteligencia emocional”.
Ya el término nos da un indicio acerca de qué trata. Es la habilidad para reconocer y entender las emociones propias y las de los demás, utilizando esta información para guiar nuestros pensamientos y conductas. Propone la faceta emocional como elemento clave en la inteligencia. Entonces, ¿cómo podemos experimentar nuestras emociones de manera inteligente?
En primer lugar, mediante el autoconocimiento. Dedicar tiempo a observar nuestras emociones, aceptarlas, entender qué nos generan y cómo influyen en nuestras acciones. Demasiadas cosas, ¿no? Es fundamental entender que las emociones no son buenas ni malas, sino que algunas son deseadas por nosotros y otras pueden ser rechazadas o difíciles de gestionar. Nos sentimos y funcionamos mejor cuando somos conscientes y nos permitimos aprender de ellas, incluso cuando son dolorosas.
Una vez que podemos percibirlas y aceptar que están presentes, tenemos la difícil tarea, aunque enriquecedora, de autorregularlas. ¿Cómo podemos gestionar la emoción que surge de una manera adecuada para que no nos domine? Podemos frenar, tomarnos un momento, escribir, aclarar las ideas para no actuar con impulsividad y luego accionar. Recordemos que la capacidad para expresar nuestras emociones es un signo de fortaleza y no de debilidad como se suele pensar.
Otro aspecto es la automotivación. ¿Qué quiero conseguir en mi vida? ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Qué hace que me levante por la mañana y me moviliza? La capacidad de motivarnos a nosotros mismos para lograr objetivos y metas nos permite centrar nuestra atención en estos y no en los obstáculos que puedan surgir.
Una vez que logremos ser conscientes de nuestras propias emociones y las gestionemos adecuadamente, podremos salir al mundo exterior con mayor empatía. Es decir, entenderemos que los demás pueden tener otras emociones que, aunque no coincidan con las mías, no por eso serán menos válidas. Qué importante es ponernos en el lugar del otro y comprenderlo, favoreciendo el respeto mutuo de lo que cada uno está viviendo y sintiendo.
Y, por último, y no menor, es esencial comunicarnos de una forma adecuada. Las habilidades sociales son fundamentales para desenvolvernos en cualquier contexto. Aprender a comunicar es una habilidad que se puede ejercitar. Encontrar el momento adecuado para hablar de aquello que nos sucede y la forma en la que lo decimos serán claves para relacionarnos tanto en grupo como en sociedad.
Vivimos en un contexto que nos pide ser creativos e innovadores. La dimensión emocional va a ser fundamental para guiarnos hacia ese camino. Esta no nos hace más débiles, sino por el contrario, nos hará actuar de manera genuina y auténtica, en busca de lo que nos mueve y nos da un sentido.
[L1] Sugerencia: se considera