Los alimentos funcionales son aquellos que en forma natural o procesada contienen componentes que ejercen efectos beneficiosos para la salud que van más allá de la nutrición. En general, se considera alimento funcional al que, además de sus valores nutritivos intrínsecos, demuestra tener efectos positivos sobre una o más funciones específicas del organismo, de modo tal que resulte apropiado para mejorar el estado de salud y bienestar, reducir el riesgo de enfermedad, o ambas cosas.
Este concepto surge a partir de los años 80, en Japón, debido a la preocupación por el incremento de los gastos en salud, como consecuencia del aumento de la expectativa de vida de sus habitantes.
En un principio estos alimentos entran
al mercado direccionados a aportar
los nutrientes suficientes para personas mayores y mejorar así la calidad de vida. Luego son los consumidores quienes, informados de la relación que existe
entre una buena alimentación y la salud, comienzan a interesarse más por este tipo de productos.
Esta situación, sumada al aumento del conocimiento científico, a los avances
en tecnología alimentaria e investigaciones sobre nutrición, y a los grandes cambios en el estilo
de vida, estimuló a la industria a desarrollar constantemente nuevos productos fortificados, enriquecidos, o con agregados de ciertas sustancias que cumplan con el objetivo.
Estamos hablando específicamente de:
Vitaminas: esenciales para el organismo, ya
que regulan procesos metabólicos y no pueden ser sintetizadas por el cuerpo. Vitamina A, C, D y del complejo B.
Antioxidantes: Se encuentran en frutas y verduras y previenen el ataque de los radicales libres, cuya aparición
va ligada tanto al envejecimiento en
general como a una
serie de enfermedades cardiovasculares, degenerativas, Alzheimer, Parkinson, así como distintos tipos de cáncer. Son ejemplo de estos: vitaminas A (carotenos),
C y E, selenio, coenzima
Q 10 Y polifenoles, como
los que encontramos en
las aceitunas, té verde, chocolate amargo, tomate, brócoli, alcachofa, ajo, pimiento verde, remolacha, coliflor, cebolla, frutas como la manzana, kiwi,
frutilla entre otras, canela y vino tinto.
Minerales: calcio, hierro, fósforo, magnesio, selenio, boro, cromo, cobre, níquel y zinc.
Fibras: son partes de frutas, vegetales, granos, nueces y legumbres que no pueden ser digeridas por los seres humanos. Mejoran la absorción de nutrientes, favorecen el tránsito gastrointestinal y pueden ayudar a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares y otras.
Prebióticos: Carbohidratos complejos no digeribles como los fructanos. Los encontramos en forma natural en cebollas, espárragos, puerro, papa, alcachofa, entre otros y adicionados a alimentos procesados bajo la
sigla FOS (Fruto-Oligo- Sacaridos). Estimulan la flora intestinal, ayudan
a absorber el calcio, son útiles en la reducción de los lípidos sanguíneos (colesterol y triglicéridos) y pueden reducir el riesgo de padecer cáncer de colon.
Probióticos:
Microorganismos vivos (levaduras o bacterias), que en cantidades adecuadas aumentan la flora intestinal que está formada por bacterias que viven en equilibrio en el intestino. Este equilibrio puede verse alterado por el estrés, algunos medicamentos, una mala alimentación
o enfermedades, por eso es importante consumir alimentos probióticos naturales, además ayudan a prevenir y tratar la diarrea infecciosa, la intolerancia
a la lactosa, mejoran el sistema inmunitario y al igual que los prebióticos influyen en los niveles de colesterol y triglicéridos. Ejemplos: yogur, quesos, chucrut, kéfir.
Ácidos Grasos Omega
3 Forman parte de las denominadas grasas insaturadas. El Omega
3 es antiinflamatorio, antioxidante y cardioprotector. Podemos encontrarlo sobre todo en pescados de mar como el salmón, las sardinas, el atún y los mariscos. También
en alimentos de origen vegetal: aceites, semillas (lino, chía), palta, avena y frutos secos, sobre todo la nuez.
Después de este paneo general cabe aclarar que los alimentos funcionales no curan ni previenen
por sí solos alteraciones ni enfermedades, si bien sus efectos benéficos están científicamente fundamentados y aun se siguen estudiando, estos deben ser complementos de una dieta equilibrada que junto a la actividad física regular, el mantenimiento de un adecuado peso corporal y la reducción del estrés, influyen positivamente sobre la salud.
Por Cecilia María Abeleira
Licenciada en Nutrición
MP 036
Consultorios Mater 12 de Octubre 254
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