La abogada, política, actriz, empresaria, profesora de teatro, guionista, coach ontológico, mediadora, mamá de Delfina (10) y Sol (3) tiene solo 32 años y logra balancear su vertiginosa vida laboral con la familiar de una forma no solo ordenada sino también eficiente y exitosa: acaba de inaugurar un nuevo local gastronómico.
Alba se describe a sí misma como una persona súper activa y es que con la gran cantidad de cosas que hace en su día a día, estar «a full» se volvió su característica principal. Ella empieza su día muy temprano y lleva a sus hijas al colegio. Entrena regularmente hasta irse a trabajar en sus distintos emprendimientos para después buscar a a las chicas y llevarlas a sus actividades extracurriculares. En sus tiempos libres además de disfrutar con sus hijas, pinta, actúa y balancea una vida tanto artística como empresarial. Alba le abrió las puertas de su casa a abc para contarnos sobre su familia, sus inicios, intereses actuales y futuros proyectos.
¿Cómo conjugas la parte artística con la parte empresaria?
Sí, y con la maternidad también es diferente y de hecho los rubros dentro de mi negocio son diferentes. Mi vida es muy versátil, muy dinámica me gusta mucho aprender y es por eso que intento enfocarme. El tiempo que le dedico a cada cosa, es estar enfocada 100% en eso, sin distracciones, optimizar los tiempos. Poder enfocarme en lo que estoy haciendo para que la cosa funcione. Como con mis hijas, entendí que si voy a trabajar no estoy en casa y si estoy en casa estoy con ellas. Trato que los momentos con ellas sean más de calidad que de cantidad. Yo soy la que las lleva y busca del colegio y a las actividades particulares, trato de ocuparme yo porque son los momentos en los que por ahí uno puede estar a solas.
Contanos un poco de tu vida artística, ¿Cómo se te ocurrió combinar teatro con abogacía?
Yo quería ser actriz. Cuando terminé el secundario, me quería ir a Buenos Aires para estudiar actuación. Pero vengo de una familia súper tradicional, jujeña, con orígenes árabes, y era imposible que a mí me permitan irme a estudiar actuación. Encontré en la UADE una carrera conjunta que era abogado – contador, y esa fue mi excusa para irme. Hice un año de contabilidad, no me gustó, y decliné esa carrera. Seguí con abogacía solo porque me enganché, y a la par me puse a estudiar actuación. Incluso llegué a escribir obras de teatro y ponerlas en escena. También estudié pintura con Ariel Cortés en Jujuy y por eso empecé a pintar, porque él me animaba, igual no lo hice de forma profesional. Ahora pinto para mí o para los que me piden, pero es un hobby.
¿Cómo te metiste al mundo de la gastronomía?
Mi bisabuelo era enólogo y venimos del mundo vitivinícola. Él tenía una bodega en Perico que quedó abandonada. Entonces, con mi papá, hicimos un proyecto dentro de este desarrollo inmobiliario que hacemos y armamos toda la vieja bodega como para hacer ferias. Pusimos un local de panchos y lomitos. Pero al no poder viajar con la pandemia, cerramos.
¿Cómo trasladaste la gastronomía allá en Jujuy a Salta?
Durante la pandemia, me puse a leer sobre vinos ya que venía del tema de la bodega. Estar ahí tenía un espíritu y una energía, algo familiar y me llamó la atención. Me puse a estudiar un poco sobre el mundo del vino. Hice un curso para aprender a catar. Era online y te mandaban todo para practicar y ver las características organolépticas de cada una de las cosas que podés sentir en el vino. Fue un camino de ida. Cuando nos fueron liberando, me quedé con la idea de abrir una vinoteca: El Club del Tinto. Encontré el local en la avenida Perón y me pareció que quedaba enorme para una vinoteca y usé concepto “speakeasy” que había visto en Buenos Aires inspirado en la ley seca de los Estados Unidos en los que uno ingresa a un restaurante o un bar a través de una fachada disfrazada. Así que hice un espacio atrás, “secreto”, para que la gente a través de alguna contraseña o algo místico o misterioso, ingrese. Al principio la idea era hacer solamente un bar de tapas, pero fue mutando a un restaurante y ahí empecé en la gastronomía propiamente dicha.
Siguiendo por esta línea del vino, ¿cómo surgió Sugar Daddy?
En todo esto que emprendo todo el tiempo, la gente siempre hizo comentarios sobre que seguro alguien me bancaba. A mí nunca me mantuvo nadie, yo trabajo desde los 18 años. Empecé en Buenos Aires como notera de un programa de televisión. Hice mis propias obras de teatro. Trabajé en la empresa familiar, en estudios jurídicos, fui haciendo mi camino. Pero nunca nadie me mantuvo. Sí tuve algunas cosas, como por ejemplo me recibí y me regalaron un auto. Obviamente, es este porcentaje determinista en el que uno tuvo suerte, pero es que ¿qué haces después con esa suerte? Yo lo supe potenciar y lo supe multiplicar. Es gestión, ganas, energía, empuje y voluntad de hacer las cosas metódicamente todos los días. Muchas veces cuando decían “a esta la bancan”, me generaba bronca. En uno de los comentarios, que yo ya me había prometido no enojarme, una conocida me dice “bueno pero contame, con quién andas, quién te está bancando ese proyecto”. “¡Tengo un sugar daddy!”le contesté. Me copó la idea y dije sí, le voy a poner Sugar Daddy al vino y lo voy a presentar en sociedad. Lo hice con un mensaje feminista, en la contraetiqueta dice: “Hey baby, you don’t need him, the only thing you need is to be free and this wine”. Y viene con una plancha de stickers para que le armes la cara , entonces vos haces tu propio Sugar Daddy.
¿Cómo saltás de ahí a La Panera Rosa?
El Club del Tinto me obligaba a trabajar de noche por las degustaciones, por las catas. El público de un restaurante de vinos es un público de noche, de hecho, tenía solamente cena y muchas veces se me extendía y no llegaba a hacerlas dormir a mis hijas. Ahí dije, me copa el tema de la gastronomía, pero quiero poner algo que sea más de día, más confitería y también aprendiendo de los errores, es muy difícil en Salta apuntar a un nicho porque la gente se cansa rápido y no es tan consumista como cuando viaja. Pensé en una confitería, una franquicia, algo que la gente conozca, fui a Buenos Aires y La Panera Rosa fue la que más me copó. Conseguí el contacto del dueño que primero me dijo que no, pero después, me prestó atención, hablamos por teléfono, le comenté mi idea y me puse a buscar un local. Gané la licitación del Club Gimnasia y Tiro que fue genial, pero había que hacer una inversión enorme y por eso me llevó bastante tiempo abrirlo. Desde agosto estamos en construcción y pudimos abrir ahora el 3 de junio.
¿También estás en el mundo de la hotelería?
Estoy haciendo un hotel en la Belgrano casi Sarmiento. Un hotel de 24 habitaciones. Ya hice el edificio, mantuve la fachada, que me parecía lindo mantenerla porque es parte del casco histórico de Salta. No entro en la zona del CoPAUPS, pero de todas maneras me parecía que era muy linda como para conservarla. Son cinco pisos de cuatro habitaciones cada uno más las que quedaron de la casa original que son como habitaciones especiales, y un rooftop con pileta. Pero para abrir eso me falta por lo menos un año y medio más.
¿Por qué te interesó la política?
Me interesó la política porque es mi vocación ayudar a la gente. Desde que soy chica, desde siempre… De hecho, las obras de teatro que escribo tienen que ver con la responsabilidad social. Siempre dejan un mensaje que te hacen reflexionar acerca de algún tema importante, no me quedo en la banalidad de una obra vacía. Si tenés la llegada aprovechala de una manera que beneficie a alguien más que a vos.
¿Qué es Fundación La Matriz?
Al postularme para ser candidata a Diputada Provincial me hice muchas ilusiones de poder colaborar con la gente a otra escala. Porque desde el sector privado uno puede ayudar, como de hecho lo hago, pero creo que para cambiar las cosas de raíz se necesita estar en el Estado. El cambio real es desde adentro. Por supuesto, ahora voy a trabajar con las instituciones intermedias y con los privados que se quieran sumar para ir concretando proyectos. Todavía no tenemos proyectos concretos, el único que sí tengo concreto es ayudar a un grupo de mujeres con las que me comprometí, que son mujeres víctimas de violencia de género. Ellas hacen manualidades y comidas para vender, para poderse solventarse. Me genera una impotencia tremenda. Y digo: “no quedé”, pero de alguna manera algo voy a poder hacer. Soy muy creativa, inquieta, tengo mucha energía y algo voy a hacer. Por eso surgió esto. Se llama La Matriz como esto de lo que gesta, lo que crea. Y mi idea es enseñarle a trabajar a la gente. Por eso a este grupo de mujeres las quiero sacar de la típica de “cocinar y tejer”. Es generar proyectos para que la gente migre del trabajo en relación de dependencia a un emprendimiento propio. Uno como empresario debe ser una especie de mentor para orientar, ayudar, potenciar, empoderar a la gente y que salga adelante en serio, no poner un parche, es “enseñar a pescar y no dar pescado”.