Números

Por Cutusú

Desde que nacemos todo lo medimos. Necesitamos de los números para darle valor a las cosas. Somos expertos en contar y contar y contar. Nos enseñaron que una casa es grande si tiene más de tantos metros o una persona es alta si mide más de tantos centímetros. Y así, nos pasamos la vida midiendo y comparando. Es que en esta vida todo tiene un número y si no lo tenía se  lo ponemos nosotros: el primer hijo, la segunda medialuna, el anillo que cuesta treinta pesos, el teléfono número uno en ventas, los quince días de vacaciones. Aprendimos a calificar al sujeto poniendo un número. 

Desde que empezó la cuarentena seguimos usando los números para contar la cantidad de días que llevamos adentro, la cantidad de muertes, recuperados o contagiados. Creo que ya no entendemos la vida sin contar, como si los números hubieran tomado el lugar de los sentimientos. 

Desde que el tiempo dejó de ser un factor determinante en nuestro día la vida cambió de sentido. Porque estamos encerrados y ya no hay horarios, ni lugares a los que llegar, ni hay que apurarse para lavarse los dientes a la mañana o comer temprano porque al otro día hay que madrugar. Nos quejamos toda la vida de que no tenemos tiempo y ahora podemos vivir sin tiempo. Entonces y de a poquito dejamos de usar los números, esos que aprendimos de memoria… Ya no hay que llegar a ningún número.

Desde que estás solo no podés comparar la cantidad de kilómetros que corriste con tu amiga. Tampoco tiene mucho sentido contar que bajaste un kilo o decir que hace diez días no comés azúcar. No tiene mucha gracia comer a la una del mediodía si no tenés hambre o dormir a las once de la noche si no tenés sueño. Entonces y muy de a poquito empezamos a dejar de pensar en los números porque nuestra cuenta de banco por muy gorda que sea no nos salva de esta pandemia. 

Desde que nos pasamos la vida contando nos olvidamos de sentir y una vida sin sentimientos es una vida vacía. Creo que los animales tienen más desarrollado el instinto porque no piensan, están conectados con lo que les pasa y actúan desde ese lugar. En cambio, a nosotros nos gusta mucho pensar, ordenar, contar,  razonar y justo después actuar. Lo pensamos todo y lo pensamos bien porque queremos buenos resultados. Pero nos olvidamos de sentir las cosas más mínimas de esta vida. Como sentir hambre o frío y después hacer algo en consecuencia. Antes de tener hambre comemos tanto que después tenemos que hacer dieta y mucho antes de tener frío nos abrigamos y entonces transpiramos. Aprendimos muy bien que a tantos grados nos tenemos que abrigar para no enfermarnos y, si no lo hacemos, tenemos a toda una sociedad para recordárnoslo porque no es tan fácil que una oveja se salga del corral.

Desde que los números no son los protagonistas de la vida tenemos la oportunidad de conectar con lo esencial. Podemos hacer una radiografía para saber cómo estamos prestando atención a lo que sentimos porque donde sentimos miedo no podemos estar bien. Podemos volver justo al punto donde alguien nos dijo que era bueno contar. Podemos desaprender todo para recomenzar. Podemos vivir una vida simple llena de belleza. Y si la cabeza va a mil y es imposible no pensar, cerrar los ojos y concentrarnos en la respiración es una buena manera para volver a nuestro centro. Vivir de adentro para afuera, que todo lo que nos molesta afuera lo tenemos adentro. 

Artículo anterior
Artículo siguiente

Seguinos!

spot_img
spot_img

Últimas notas

Puede Interesarte

Rosario de Zuasnabar y Roberto Isasmendi

Estilo ABC - Fotos por: Paula Carlino En una tarde impregnada de elegancia y estilo, la sociedad tucumana se reunió para celebrar el el casamiento...

Artículos similares