Por Gabriela Parentis
Todos los 8 de marzo se conmemora en el mundo la lucha de las mujeres por la igualdad, el reconocimiento y ejercicio efectivo de sus derechos. Este día se origina como tal a finales del siglo XIX, después de la Revolución Industrial, un periodo histórico que transformó la economía y el modo de trabajo. Uno de los problemas más grandes se daba en que muchas mujeres eran explotadas y ninguna ley las protegía.
“El Día Internacional de la Mujer nació de las actividades del movimiento sindical a principios del siglo XX en América del Norte y Europa. El primer Día Nacional de la Mujer se celebró en los Estados Unidos el 28 de febrero de 1909, cuando se convocó la huelga de los trabajadores textiles y mujeres del Partido Socialista de los Estados Unidos protestaron también contra las condiciones laborales en Nueva York en 1908. En 1917, las mujeres en Rusia deciden protestar de nuevo, y luchar por «Pan y Paz» en el último domingo de febrero (cayó en un 8 de marzo en el calendario gregoriano), llevando a la adopción del voto femenino en Rusia”, según la UNESCO.
Así como hubo grupos organizados en este momento de la historia y que marcaron hechos trascendentales, hoy también se levantan miles de mujeres a lo largo y ancho del planeta con denuncias que necesitan ser escuchadas. Claro, el contexto actual es muy diferente al de aquella época y se han logrado muchas conquistas, pero la realidad nos muestra que las desigualdades continúan siendo muy grandes. Por eso, es de vital importancia darle un lugar a la memoria, ya que contribuye al empoderamiento de las mujeres modernas.
No olvidar los procesos que muchas ya atravesaron e hicieron que se transformen en propios colabora con el desarrollo del autoconocimiento, el revisar fortalezas y debilidades, hasta cuestionarnos creencias, valores, estereotipos y roles que fuimos aprendiendo en nuestra vida.
Este editorial es una invitación a reflexionar sobre el empoderamiento femenino, para fomentar la equidad de género, así como la participación de las mujeres en economía, política y todos los ámbitos de la sociedad. Una mujer empoderada se construye. El empoderamiento no es algo traspasable, pero el acceso y la obtención de educación son necesarios para que más mujeres se conviertan en agentes de cambio. Ayuda en cualquier caso que existan las condiciones sociales necesarias para que cada persona desarrolle al máximo su potencial. Sin el empoderamiento difícilmente podremos hablar de igualdad efectiva entre hombres y mujeres.
¿Sabías que UNICEF reveló que las niñas dedican 160 millones de horas más que los niños a tareas domésticas en el mundo? Este dato concreto por solo poner un ejemplo, evidencia la diferenciación en cuanto a educación en el hogar y los roles de género que establecemos.
La realidad va mucho más allá, es que muchas mujeres en el mundo todavía sufren algún tipo de violencia física, sexual, económica o doméstica.
La educación cambia la vida de las mujeres, pero también la de su familia, sus hijos, básicamente su entorno. Las mujeres debemos permitirnos soñar y trabajar por conseguirlos. Dejemos atrás las culpas y miedos y confiemos en nuestra capacidad para ser líderes en cada uno de los lugares que nos propongamos.