María Elena Acuña Morelli. Arquitecta Magister en Arquitectura del paisaje. UPC Barcelona Especialista en Restauración de Parques y Jardines Históricos. UPM Madrid.
IG@ECOTONO studio
Con frecuencia realizo ciertos viajes en solitario, aquellos que nutren el alma, guiados por lo que me apasiona. Suelo visitar sitios no muy turísticos, por el simple hecho de vivir la experiencia de ver, reconocer y aprender de alguna obra de arquitectura, paisaje o ciudad. Suelen ser esos #momentosdefelicidadplena que solo superan muy pocas cosas en mi vida. Experiencias que han aportado muchísimo a mi desarrollo personal y profesional. Tal es el caso de un viaje que realicé hace un tiempo a MEDELLÍN.
Trabajando en Bogotá como docente en una Maestría hace ya algunos años, pasamos un par de semanas tratando la problemática de la “construcción solidaria del paisaje urbano” y por supuesto, en varias oportunidades, alumnos y profesores de distintas partes del mundo hicimos referencia al denominado “MODELO MEDELLÍN”. La importancia de la evolución de esta ciudad latinoamericana es innegable, es pionera a nivel mundial como modelo urbano de transformación socioambiental, un caso práctico donde gobierno y ciudadanía supieron entender los contrastes y complejidades del lugar, brindando soluciones que mitigaron diferencias sociales muy profundas. EQUIDAD SOCIAL y SOSTENIBILIDAD fueron las premisas de la estrategia de desarrollo.
Cuesta creer que la misma ciudad hace solo 20 años estaba considerada la más violenta del mundo, con cárteres del narcotráfico y la mafia de sicarios instalados en sus comunas, áreas inaccesibles para la propia policía, asesinatos en números que nadie se anima a repetir y sobre todo, una profunda desigualdad social con muy pocas perspectivas de crecimiento ante la ausencia total del estado.
Tomé en su momento la decisión de visitarla en solitario, pasando de la teoría a la experiencia. La denominada “ciudad de la eterna primavera” presume de un clima excepcional, sus 3.5 millones de habitantes hacen de ella un sitio muy dinámico desde horas tempranas. Me encontré recorriéndola, hablando con los paisas, preguntándoles cómo la viven y cómo estos cambios han impactado en su calidad de vida.
Entre mis primeras impresiones destacan la educación y amabilidad de su gente, la sensación de seguridad que tuve al recorrerla sola, incluso en zonas aparentemente hostiles, la eficiencia de un sistema de transporte que revela equidad social, que dignifica a todos los ciudadanos y que funciona como catalizador urbano, la modernidad y la calidad de su arquitectura y paisaje urbano, los nuevos espacios deportivos y recreativos. Estas son solo algunas apreciaciones más o menos evidentes al recorrerla.
Sin embargo, algo que realmente llama la atención son las permanentes escenas de inclusión, de accesibilidad para todos, de coherencia e incorporación de las preexistencias culturales locales, un evidente deseo de hacer las cosas bien.
Recorriendo la ciudad llegan a mi memoria ciertos aires a Barcelona, (ciudad en la que viví casi una década) y de hecho hay algo concreto que las vincula: es que ambas apostaron al desarrollo del espacio público como herramienta para mejorar las dinámicas sociales.
Claro está que esta realidad tiene un trasfondo de trabajo político y social muy importante que se remonta a finales de los noventa, desde donde se decidió en un enfoque multidisciplinar tratar tres problemáticas fundamentales:
a. La desigualdad,
b. La deuda social y
c. las raíces de la violencia.
El gobierno canalizó sus esfuerzos comprendiendo que todas las medidas a tomar deberían provenir de un proceso de pensamiento basado en la participación ciudadana y a eso deben su éxito. La ciudadanía entendió que tiene un rol activo, desde el principio al fin, son ellos mismos quienes controlan los presupuestos y la calidad de muchos de los proyectos realizados.
Se apostó a la educación y la cultura para lograr el cambio bajo el lema Medellín, la más Educada.
Se planificaron HECHOS DE TRANSFORMACIÓN, que desde el 2004 al 2011 sumaban 130 Acciones que abarcan desde lo social a lo físico arquitectónico, pasando por las distintas escalas de la ciudad.
Eso se materializó en una apuesta por la ejecución del espacio público y el urbanismo social, como ejes centrales de la política de la alcaldía. Se construyeron así escenarios para el acuerdo: espacios simbólicos y reales para que la ciudadanía vuelva a encontrarse.
Se realizaron escuelas públicas de todos los niveles, monitoreadas por las universidades, escuelas de oficios, ludotecas, el Jardín Botánico, jardines de infantes, espacios deportivos y para la tercera edad una política social que coloca el saber al alcance de todos y que sobre todo acorta las diferencias.
Los parques biblioteca, el fenómeno más difundido de la reforma, funcionan como los nuevos íconos de la ciudad, en donde un sistema de bibliotecas públicas cataliza y nuclea actividades sociales, de convivencia, inclusión e innovación tecnológica.
Actualmente existen más de 24 bibliotecas en Medellín bajo esta premisa, 14 de las cuales son nuevas y algunas aún están en construcción. Es increíble visitarlas y comprobar cómo funcionan, cómo personas de todas las edades realmente usan estos espacios y dedican horas a la lectura, la música, a tomar clases de ballet, e incluso a aprender idiomas. Funcionan como verdaderos centros promotores de cultura y aprendizaje.
El sistema de transporte público se basa, entre otros, en una red de teleféricos denominados METROCABLES. Estos provocaron un gran cambio ya que además de conectar áreas salvando las diferencias topográficas del paisaje de cerros de Medellín en pocos minutos, brindaron accesibilidad y seguridad a las zonas más humildes de la ciudad, olvidadas por tanto tiempo.
La contaminación reducida de los medios de transporte público como el Metro, el Metrocable, el tranvía y el sistema de bicicletas públicas, la posicionan como una de las ciudades más innovadoras del mundo.
En 20 años la tasa de criminalidad se redujo en un 80% y esto se percibe al recorrer la ciudad. La Alcaldía invierte un 40% de su presupuesto en la ejecución de escuelas y actividades educativas en colaboración con entes privados.
Con todo lo dicho, Medellín es una cuidad que se reinventó y es digna de ser imitada.
¿Podremos aprender algo del “Modelo Medellín”?