Por Patricia Cerrizuela
Asesora de Empresas. Mentora de Emprendedores. Capacitadora.
“¿Se preguntaron por qué los capitanes de barcos piratas conocidos tenían un parche en el ojo? No es porque todos hayan perdido un ojo. La historia cuenta que el tiempo era fundamental para ellos. Muchas veces tenían que ganar batallas a ejércitos más grandes y el capitán debía estar en la superficie, en la cubierta, donde había sol, y después bajar rápidamente debajo de la cubierta y dar órdenes a los que tenían que disparar los cañonazos. Ahí estaba oscuro y los ojos tardan 7 minutos más o menos, en acostumbrarse a la oscuridad. Como los capitanes no podían perder tiempo, llevaban un parche en el ojo. Tenían un ojo acostumbrado al sol y, cuando bajaban de la cubierta, se cambiaban el parche al otro ojo y veían bien sin esperar ni un sólo minuto. Podían dar las órdenes rápidamente y volver a subir.”
Esta historia se la escuché hace algunos años a Emiliano Kargieman, fundador de Satellogic; él la usó para contar por qué en su oficina tenía una bandera de pirata. Y concluyó: “Esta innovación del parche se parece mucho al trabajo de los emprendedores de tener que mirar dos cosas al mismo tiempo: el corto plazo y el largo plazo. Y mirar de un minuto al otro. También mirar el mundo de lo real y el mundo de lo posible, de lo que uno podría hacer con lo que tiene hoy. Y lo tercero es que los emprendedores también tienen esa capacidad de mirar los problemas de hoy y los sueños de mañana.”
¿Por qué traigo esta anécdota? Cuando repaso qué dejó este año a los emprendedores, me resulta inevitable pensar en cuántas veces tuvieron que cambiarse el parche.
Al inicio de la cuarentena, el principal impacto que se notó en los emprendedores y empresarios fue el cambio de agenda. Pasar de la planificación a mediano o largo plazo, al corto plazo, al día a día. La necesidad de organizar el trabajo de sus equipos de manera remota, de cambiar la estrategia para que el negocio subsista, de pensar alternativas de cómo reinventarse o acelerar la digitalización. Y, sobre todo, de cuidar la seguridad y salud de todos.
Esto pudo haber sido más o menos fácil en función del estadio del emprendimiento, de su tamaño y de la industria en la que se desenvuelve. Una pyme o un comercio que tuvo que cerrar sus puertas por meses y tiene sueldos, alquileres y proveedores que pagar no tiene tantas posibilidades de ser flexible o reinventarse como un emprendedor que está en una industria esencial y puede trabajar online o vía delivery.
Lo segundo que ocurrió vinculado a la comparación de Kargieman fue hacer lo que fuera posible con los recursos que se tenía a mano. Con prácticamente todo cerrado y sin poder movernos de casa, era muy difícil contar con recursos para generar algo nuevo, por lo que muchos emprendedores tuvieron que pensar cómo utilizar de manera distinta los recursos, capacidades o habilidades que ya tenían, pero ofrecerlos de manera distinta.
Un ejemplo de esto fue el caso de un decorador de eventos que participó en una entrevista que me hicieron en el mes de abril por Instagram Live. Cuando abrieron preguntas al público él planteó su situación y el hecho de que no veía posibilidades en un rubro que no tenía, en aquel momento, ninguna perspectiva de reactivarse. Recuerdo que le dije que, si bien no podía ambientar eventos presenciales, sí había una demanda -en ese momento incipiente- de celebrar cumpleaños en casa, pero sin poder salir a comprar cotillón o decoración. Y que él tenía los contactos de los proveedores con los que trabajaba y podía unir ambas partes. “Seguramente no será el mismo ingreso, pero te puede ayudar a subsistir”, fue mi consejo.
Se puso a trabajar y en unos pocos días armó una caja que tenía decoración de cumpleaños, torta y otros detalles que envía, hasta el día de hoy, a domicilio. No sólo se adaptó, sino que estuvo presente en estos momentos difíciles llevando alegría a sus clientes habituales y a nuevos clientes. Y también asociándose con otros proveedores de ese rubro para armar “tu evento en casa”, a medida que la cuarentena se fue flexibilizando.
Claramente en tiempos de crisis la actitud emprendedora es clave. Esa chispa que ayuda a surfear la ola de la incertidumbre, a detectar o crear oportunidades y a potenciar la creatividad y la innovación. Un emprendedor, por definición, busca agregar valor, solucionar un problema o una necesidad, y la oportunidad que nos dio este año fue que los problemas y las necesidades cambiaron. Aquel que se mueva rápido, que lo detecte y que pase a la acción, podrá marcar una diferencia hacia adelante.
Vivimos un momento del que todo el mundo va a hablar. Estamos construyendo historia. Seremos la generación COVID, los que vivimos encerrados en nuestras casas por meses. Eso no dependió de nosotros, no es algo que podamos controlar. Lo importante es lo que hacemos con eso que sucede y cómo y qué tan rápido nos adaptamos a los cambios vertiginosos que estamos viviendo. Tenemos que desarrollar músculos para movernos en la incertidumbre. Para seguir mirando en el día a día, pero también con la cabeza y el corazón puestos en nuestro sueño a largo plazo.
Reinventarse hoy ni siquiera es pensar “fuera de la caja”. ¡Ya no hay caja! Para reinventarnos hoy es necesario ser audaces, curiosos, explorar. Ante la imposibilidad de planificar como antes, extrapolando el pasado al futuro, debemos crearlo. Y para poder hacer esto tenemos que ir aprendiendo a medida que vamos haciendo. Naturalizando el error como parte del proceso y reflexionando en cada paso lo que funciona y lo que no. Adaptarnos no es una elección.
Es momento de trabajar juntos de manera asociativa, de replantear el uso eficiente de los recursos, de liderar con foco en las personas construyendo espacios diversos que nos ayuden a tomar decisiones que implican variables múltiples y complejas. Y sobre todo de construir, desde el propósito, el sueño y el emprendimiento de cada uno. Con la mirada puesta adentro, en el día a día, y afuera en toda la sociedad, cambiándonos el parche del ojo sin perder tiempo.
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Mail: patricia.cerrizuela@gmail.com
Fotos: Hugo Mirabal