Cuando sos mamá primeriza esta pregunta te da vueltas en la cabeza a diario. Creo que muchas madres nos encontramos con esta duda. Y en algunos casos aprendemos a convivir con la duda y con la niñera, hasta que un día te das cuenta de que necesitás tomar una nueva decisión, porque tu bebé creció y ya es hora de jugar con otros niños.
Tal vez es una decisión difícil de tomar, porque la primera palabra que te viene a la mente es que lo vas a dejar en algún lugar y con personas que no conocés. Sumado a que siempre hay alguien en la familia que, para ayudarte, opina a favor y alguien que, para ayudarte, opina en contra.
Tal vez porque lo viví con mi propio hijo, es que me dediqué a diseñar una manera sana de desapegar a los bebés de sus mamás a la que llamé: Adaptación Inteligente.
Para quienes educamos desde la mirada de la psicopedagogía, el coaching y la decodificación bioemocional, la adaptación a l jardín es como un parto emocional. Es un momento sagrado en el que una mamá y/o un papá sueltan simbólicamente a su bebé al mundo. Este pequeño ser pasa
de un ambiente exclusivamente familiar a lo social, y muchas veces ese paso les cuesta más a los grandes que a los chicos.
Es por esto, que es muy importante conocer a la familia y su historia, para acompañarlos, guiarlos y contenerlos, sobre todo si son primerizos o si están esperando a un nuevo integrante en la familia.
Adaptar a un bebé o un niñ@ pequeño/a es un proceso muy importante, porque la primera experiencia educativa es la base sobre la que va a asentar su motivación y sus ganas de aprender, tanto es esta etapa como en el nivel inicial, en la primaria y en todas las etapas restantes.
Es por esto que hay 3 puntos importantes a tener en cuenta a la hora de elegir la primera propuesta educativa de un bebé. Porque independientemente del colegio al que lo quieran enviar cuando ingrese a la educación oficial, lo que viva en su primera infancia será determinante en sus vivencias futuras.
Primer punto: que la filosofía de la institución preescolar se parezca a la filosofía familiar. Por ejemplo, que lo traten con amor, que no lo etiqueten, que cuiden su autoestima, en síntesis: que se sienta amado igual que en casa.
Segundo punto: que sea un ambiente donde le procuren espacios para que se sienta capaz, ya que es la base de una autoestima alta. Es ideal que quien tome el primer contacto con un bebé entienda de psicología infantil para que sepa cómo ayudar al niño a descubrir su propio potencial, por ejemplo: ayudándolo sin invadirlo, sin hacer por él, sin agarrarle la mano para hacer los trabajitos, permitiendo que el regalo que le lleva a su mamá, a su papá o la carpeta de fin de año sea una auténtica producción suya, algo que tiene su impronta y lo hizo por sí mismo.
Tercer punto: que la mamá reciba contención y orientación, para que se sienta acompañada y sobre todo para que descubra por sí misma la fuerte conexión emocional que tiene con su bebé hasta los 36 meses. A esa conexión le llamo: wifi emocional. Esto se logra, por ejemplo, enseñándoles ejercicios para desbloquear el miedo que surge naturalmente, facilitando el desapego y el desarrollo de una confianza que solo puede surgir desde una conexión de alma a alma entre quien suelta y quien recibe a ese ser pequeñito.
Encontrar un lugar que reúna estos mínimos requisitos es lo que va a garantizar una adaptación sana. Sin lágrimas, sin traumas, desde la felicidad y la paz que todo bebé y su mamá se merecen. Porque al final de cuentas lo que todos queremos es que a nuestros hijos les quede una sensación interna de que aprender en verdad es hermoso y divertido.
Por Gabriela Guanuco
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