El uso frecuente de una palabra sin reflexionar sobre su verdadero significado muchas veces aleja y hace perder la riqueza del poder de la palabra transmitida con sentido desde su real significación.
En los últimos años la palabra “empatía” se incluyó en el vocabulario cotidiano, podemos escuchar el pedido de “ser empáticos” y “ponernos en los zapatos del otro”, etc. Ahora bien, ¿de qué hablamos cuando hablamos de empatía?
La palabra empatía deriva del término griego empátheia (sentir dentro). También recibe el nombre de inteligencia interpersonal (término acuñado por el psicólogo Howard Gardner, padre de la teoría de las Inteligencias Múltiples) y se refiere a la habilidad cognoscitiva y emocional de una persona para comprender el universo emocional de otro.
Nuestra maravillosa biología sostiene y permite la empatía: transcurría el año 1996 en la Universidad de Parma (Italia) cuando un equipo de científicos liderado por el Dr. Rizzolatti realiza un hallazgo en la región inferior de la corteza del lóbulo frontal y en parte del lóbulo parietal del cerebro de los macacos: las llamadas neuronas espejo. Estas neuronas “ reflejan” el sentir del otro, nuestro semejante, es decir, en nuestra arquitectura cerebral se asienta la empatía.
Las neuronas espejo nos permiten decodificar el sentir del otro de una manera sutil e inteligente. Así, las personas podemos captar, entre otras, micro expresiones faciales, pequeños gestos que brindan información del universo emocional y el sentir de las personas.
Todos contamos con este tipo de neuronas, en la medida que ejerzamos la empatía y estemos conscientes de ello podremos afianzar la posibilidad que abren las neuronas espejo.
Desarrollar la empatía nos acerca a nuestro semejante, nos aproxima al otro, habitado por su emocionalidad y desde nuestra afectividad nos permite coparticipar en la vida afectiva del otro.
Establecer lazos de empatía con otra persona implica captar y sentir sus sentimientos, posibilitando comprender su punto de vista, sin juicios y respetando las diferencias; de este modo, seguimos siendo individuos diferenciados y al mismo tiempo conectados. Este tipo de relación crea armonía. Sentirse sentido y en conexión con el otro calma, actúa como modulador emocional.
Con la empatía nos reconocemos semejantes, nos permite abrazarnos sin tocarnos, sostener la mano, acompañar.
¿Cómo desarrollar la empatía? Observando, escuchando atentamente, con atención plena, es decir estando presente y disponible para el otro. Si comenzamos a observar aprenderemos a ver.
Por supuesto que para este desarrollo se requiere la percepción y aceptación de la propia emocionalidad, el punto de partida es desde la conexión con mi propio mundo interno.
Para finalizar, empatizar será: presencia, cuidado y un “soy tan humano como vos”.
Sembremos empatía siendo modelos de ella. Sentirse y sentirnos sentidos nos abriga y acerca.
Por Lic. Ruth Díaz- Mat. Prof. N°342- Psicóloga- Especialista en Drogadependencias- Terapeuta Brainspotting Certificada