Por Irene Soler
En árboles caducifolios, aquellos que pierden sus hojas en temporadas frías, la caída de hojarasca en otoño es toda una estrategia de supervivencia. En esta estación comienzan a reducirse las horas de sol y en invierno llegarán las heladas.
Ante estas condiciones de adversidad los árboles entran en estado latente o reposo. Para optimizar energía, la
planta retira el suministro de savia (y clorofila) creando una película entre la base de las hojas y la rama, por lo que al tiempo aquellas cambiarán de color y caerán. Ya en el suelo, una cuadrilla de limpieza formada por
insectos y microorganismos comenzará su trabajo.
Ellos se alimentarán de la hojarasca dividiéndola en pedazos pequeños. Bacterias y hongos terminarán el área descomponiendo las hojas, convirtiéndolas en sustancias químicas beneficiosas y minerales que pueden ser absorbidos por las plantas.
En este lento proceso de descomposición, la hojarasca liberará un flujo constante de nutrientes, enriqueciendo y fertilizando el suelo durante todo el año.
Es la ley de retorno de la naturaleza, los nutrientes que los árboles consumen durante parte del año son devueltos al suelo para luego ser tomados nuevamente. Todo este proceso ayudará a mantener además un suelo esponjoso, poroso y húmedo. La hojarasca evita su compactación y controla la erosión provocada por el viento y las lluvias.
¿Qué hacemos con las hojas secas?
En EEUU, de 1969 a 1990, el aumento acelerado del flujo de residuos y la pérdida de espacios para su disposición final obligó a pensar estrategias de reciclaje y reutilización para la reducción de volúmenes de basura generada en las ciudades.
Por ello se decidió prohibir el envío a los rellenos sanitarios de la hojarasca generada en espacios verdes.
Comenzó a crecer la instalación de plantas de compostaje para las hojas secas e incluso en New Jersey el municipio comenzó a disponer la hojarasca municipal en granjas, donde los dueños recibían una compensación económica para recibirla, obteniendo al mismo tiempo una fuente de material orgánico para mejorar sus suelos.
Además, se impulsó su reciclaje casero. En Salta, las hojas secas que caen de los árboles raramente son reutilizadas y, por lo general, son combatidas en veredas, plazas y parques de nuestra ciudad todo el
año. Algunos las embolsan y desechan y otros las queman.
En pos de mejorar la calidad del aire, la legislación municipal ha prohibido la quema de residuos a cielo bierto, incluida la de hojarasca. Se encuentra en análisis el diseño de estrategias para evitar que sean descartadas y lleguen al relleno sanitario.
El tema no es menor si se piensa en los costos económicos que implica para el municipio la gestión de los residuos, desde su recolección hasta su disposición final. Es reconocido desde el ámbito científico el importante valor ecológico de las hojas secas y su potencial de reutilización. En nuestras casas, en lugar de quemar o tirar hojas secas, podemos ponerlas a trabajar, evitando comprar fertilizantes para nuestro jardín y mejorando nuestro suelo.