Por Lic. Cynthia Molinari
Especialista Psicología Clínica
MEC: 130
MP: 459
El 25 de Noviembre es una fecha que nos conduce en dos direcciones: la primera, a conmemorar un hecho aberrante, que fue la masacre de tres hermanas de República Dominicana brutalmente asesinadas por el régimen de Trujillo en 1960; y la segunda, dirigida a erradicar las nuevas formas de violencias características de la posmodernidad.
Esta colosal tarea requiere del compromiso y de la puesta en marcha de todos los sectores de la sociedad, para que contribuyan de manera inclaudicable, a ganar la más consistente de las batallas: la batalla cultural contra la violencia, enfocando el esfuerzo desde la familia, las comunidades, las empresas, las instituciones, la prensa, los dispositivos legales, los educativos y los organismos gubernamentales.
Sin embargo, la batalla cultural no se logrará únicamente realizando acciones sociales. Requiere, para consolidarse, que el ser humano analice profundamente sus propios modos de ser violento, y trabaje en ello hasta erradicarlos. La no violencia es una opción de vida, es una elección que se puede tomar cuando estamos persuadidos de que es posible domeñar la pulsión de muerte que responde siempre a la violencia con violencia.
Elegir la paz, es el gesto humano por excelencia, es la conducta individual y fundamental que nos permite deponer las armas primitivas de la irracionalidad, las armas de la ofensa verbal, de la descalificación, las de la fuerza y las del puño, que de tanto emplearlas nos hicieron creer que sólo así se ganan las batallas.
Las naciones y los pueblos claman por una convivencia social civilizada y en paz, y para construirla es necesario vencer un temor profundo que habita en nuestro interior, que es el miedo a las diferencias con los otros, a los que creemos que por ser semejantes, tienen que ser, pensar, vivir, actuar y sentir todos iguales. Si aceptamos ése miedo y nos liberamos de él, no será necesario tratar de aniquilar las diferencias. Porque las diferencias no se matan, no se ocultan, no se ahogan, no se apagan, ni se censuran. Comprenderlo y saber convivir con ello, es el paso que necesitamos dar para cambiar la historia de la humanidad.