Por Dra. Raquel Barón de Neiburg
Adopción es recibir como hijo a una persona que no fue concebida en forma natural, es decir, que o fue procreada por vía gestativa propia, sino por vía de otra persona, y por lo tanto posee un mapa genético diferente al adoptante. Este acto de adoptar implica una serie muy compleja y variada tanto en las causas como en los efectos de la constitución vincular entre el adoptado y adoptante. Solo enunciare los elementos más recurrentes.
Me referiré, en primer lugar, al tema de la consanguinidad, prejuicio muy establecido en nuestra cultura, ya que se supone que la misma genera por sí misma: amor, protección y trascendencia, valores relativos más referenciados a la autoimagen deseada o establecida en el progenitor y sobre todo por mandatos sociales y religiosos. sin embargo, observamos que estos requisitos muchas veces no se cumplen, ya que el propio origen de un niño puede producirse por accidente y las relaciones sexuales o puede ser un hijo no deseado, un hijo rechazado debido a que es producto de una madre y un padre biológicos con graves conflictos en la pareja, además, en otros casos se dan imposibilidad de atención y afecto causadas por deficiencias físicas, mentales, económicas, laborales, etc.
A estos problemas pueden agregarse otros como: dificultades en el proceso de gestación de índole biológicas, psíquicas o inhibiciones sexuales, qué generan culpas y angustias personales y sociales por no cumplir el mandato de procrear, no poder mostrar potencia y salud para generar una nueva vida. Esta situación no solo implica un fracaso personal, sino un fracaso social, ante la expectativa presionante del entorno que va colocando estas personas en estado de minusvalía y de marginación.
Estos casos, cuándo aparecen, llevan a estas personas a deambular por médicos qué a veces ayudan a lograr el objetivo buscando debido a las múltiples opciones qué la medicina ofrece en la actualidad, pero si el objetivo no es alcanzado, se agotan las esperanzas y se van generando, progresivamente, estados de ansiedad y de angustia, altamente peligrosos en una mezcla de sentimientos de fracasos, de desánimo y de desestabilización general. Es frecuente escuchar en estas situaciones qué las personas se expresan: » ya hice todo, pero nada resultó positivo, ¿y si, como última instancia, adopta un niño o una niña?».
Si la adopción aparece como última opción luego de los múltiples intentos y fracasos gestativos, debo pensar que la misma no se dará en las mejores condiciones psicofísicas para el adoptante ni para el adoptado, y en estas situaciones deberían remitirse a los profesionales indicados: médicos, psicólogos, jueces de familia, para postergar la propuesta hasta lograr comprensión de este acto que exige mucha integridad y equilibrio por parte de los adoptantes.
El acto de adopción implica una situación de entrega total, de afecto profundo, de integridad moral y vincular intensa y saludable para poder lograr verdaderamente la aceptación natural y total del adoptado, de manera tal que no se filtren ni en el adoptante ni en el adoptado, dudas de pertenencia recíprocas, ni prejuicios ni agresiones que interfieran el saludable desarrollo de ambos.
El acto de adoptar un niño o una niña no admite: compra-venta, robos gestantes, ni discriminaciones de ningún tipo. Solo admite una entrega incondicional, humana, donde de verdad se juega todo el futuro tanto del adoptado como del adoptante en el logro de un vínculo extenso de responsabilidades y de identidad es plenas. Creo que esta situación genera uno de los compromisos humanos más intensos cuando la decisión no pasa por tapar agujeros no resueltos cuando no se obra con honestidad o perversos sentimientos.
Por todo eso, considero que el proceso previo al acto de adopción debe estar conducido por profesionales muy especializados el enorme complejidad de esta situación, para orientar sanamente dicho proceso sobre las dos puntas intervinientes: los miembros gestantes y adoptantes. Así, esto permitiría evaluar seriamente las causales de la entrega y las del deseo de adoptar, tanto en relación a las motivaciones conscientes como inconsciente, antes de arriesgar cualquier tipo preservación integral del niño o la niña.
La justicia de nuestro país, obra en estos casos como reasegurador de los niños. Esto mismo, por su procedimiento, interfiere seriamente el proceso de adopción, ya que la guarda exige en la entrega a los adoptantes genera niveles de inseguridad y angustia muy grandes, que en muchos casos llegan a inhibir el deseo de efectuar la adopción por caminos claros y legales.
Insisto en que esté procedimiento es inseguro y difícil, ya que durante el desarrollo de este periodo se crean vínculos afectivos qué siempre están condicionados a lo provisorio, que impiden el establecimiento de relaciones plenas y completas con el adoptado, debido a que la relación con el mismo puede ser interrumpida por la aparición de gestantes arrepentidos de la entrega, por consanguíneos directos y hasta porcentajes económicos.
Entiendo que la justicia debería ser más eficiente en cuanto al trabajo interdisciplinario qué correspondería realizarse sobre ambas partes del acto antes de cualquier tipo de entrega y asegurarse seriamente que esta situación, una vez concretada con el adoptante, Debería ser en forma definitiva, procurando seguridad y salud a los actuantes en esta situación tan vital, Pero principalmente y sobre todo, preservando al adoptado.
El último punto estaría referido hacia el adoptado debe conocer su situación de tal y si debe conocer su origen gestativo. Para mí, es indiscutible que todo niño o niña tiene el derecho inalienable a la verdad en todos los aspectos de su vida. Por eso no considero saludable ocultar su situación de adoptado, mentira que si se sostiene, puede ser descubierta por otros medios, lo que produce inevitablemente confusión, descreimiento, desconfianza y lo peor desestabilizaciones emocionales qué a veces pueden terminar en situaciones trágicas para su propia vida o para los demás. Saberse adoptado, amado, contenido, hijo, son premisas indispensables en esta situación.
Sobre el segundo dilema, y digo dilema porque no tengo claro que es más saludable, me inclino a evitar la confusión puede ocasionarle al adoptado el conocimiento del origen biológico debido a que su pertenencia y su vida se desarrollan en un lugar diferente, dónde crea identificaciones y pertenencia y que el conocimiento de su origen biológico puede ocasionar desestructuración con el medio qué fue considerando propio y que siente que le pertenece y al que siente pertenecer, donde el otro medio le es totalmente desconocido y ajeno.
Pienso que debemos diferenciar claramente en esta temática el robo o la usurpación de identidades y de origen por desaparición violenta ocasionada por terceros de los padres biológicos, dónde es importante que conozcan su verdadero origen histórico, lo que diferencia enormemente el encuentro con el origen biológico qué no agrega elementos positivos, sino como dije antes, solo puede ocasionar desintegraciones tanto en lo gestantes como los adoptantes, dañando una realidad establecida con sus referentes sociales, afectivos, económicos, culturales.
La obligación humana al tomar la decisión de adoptar una persona es la total integración, la más positiva y coherente como fenómeno importantísimo de la vida y el futuro existencial de quién se adopta. Todo error cometido es irreparable, por lo cual el cuidado extremo en estas situaciones es imprescindible en cada momento de la vida del adoptado.