Hablar de “Watchmen” es hablar de la que probablemente es la mejor obra del género superheroico concebida hasta la fecha. Es hablar de un punto de inflexión en la historia del noveno arte. Es, por supuesto, hablar de la historia que cambió la concepción de los héroes enmascarados, antaño considerados para un público infantil o juvenil, dando paso a una nueva era en la que las tramas adultas y el realismo más áspero impregnarían las páginas de las conocidas a partir de entonces como novelas gráficas.
Alan Moore, uno de los artífices y guionista de la historia, estaba decidido a ofrecer una obra intensa y de una profundidad como nunca antes se había hecho en un cómic. Por ello se embarcó en la aventura de crear a estos vigilantes intentando así lo que él mismo calificó en su día como “una Moby Dick de superhéroes”. El otro responsable de la obra es el genial Dave Gibbons, quien con su estilo de dibujo ochentero añade un carisma y una estética únicos a la obra.
Galardonada con numerosos premios de prestigio (cuatro premios Kirby, siete premios Harvey, cuatro premios Eisner y el primer Hugo otorgado a un cómic), la historia se sitúa en una Nueva York alternativa del año 1985, en un mundo en el que los superhéroes son una realidad (aunque ahora declarados ilegales y la mayoría de ellos retirados) y en el que Estados Unidos está al borde de una guerra nuclear con la Unión Soviética.
Dentro de este marco, y a raíz del asesinato de Edward Blake, conocido como el Comediante, los pocos enmascarados que quedan deberán ponerse manos a la obra para descubrir quién está intentando acabar con ellos y evitar quedarse sin futuro. En un mundo al borde del abismo, en el que los héroes no son más que un mal recuerdo de una sociedad cada vez más decadente, los herederos de los Minutemen tendrán que dar un paso al frente y luchar, una vez más, para salvar el mundo antes de que sea tarde.
Entre los temas tratados, que no son pocos, están la forma de abordar la temática superheroica y
el endiosamiento que hace la gente de estos ídolos, hasta que pierden la fe en ellos y se convierten en mitos caídos. Al fin y al cabo, si hay algo que le guste a la gente más que crear héroes, es destruirlos y verlos caer. Es debido a este nuevo enfoque de los superhéroes que el ámbito social es más crudo y decadente, bastante más similar al de nuestra realidad que en cualquier otro cómic anterior. La frase desde la que parte la novela gráfica es una traducción del latín “Quis custodiet ipsos custodes?” (“¿Quién vigila a los vigilantes?”) de las sátiras de Juvenal.
El fin de la civilización, una guerra fría casi interminable, el reloj del fin del mundo, las teorías conspiratorias o incluso el relativismo moral de las personas son otros temas que se abordan inteligentemente y que se incluyen en la historia de forma natural, construyendo una trama rica y llena de matices, que aún hoy sigue a la orden del día y es considerada como la mejor historia de superhéroes escrita jamás.
Ante una historia tan bien hilada que llega a una conclusión impactante e inesperada (que no desvelaremos por si aún hay alguien que no la conoce), solo podemos añadir que Alan Moore se ha consagrado como uno de los mejores guionistas que ha dado la industria del cómic en toda su historia. Por méritos propios, ha sabido innovar y añadir elementos nuevos a un género que estaba algo desgastado en la década de los ochenta, insuflándole al cómic una vitalidad renovada de la que aún hoy en día goza.
Si tuviéramos que usar una única palabra para definir a “Watchmen”, sería sin duda imprescindible. Pocas obras a lo largo de la historia, dentro o fuera del mundo del cómic, pueden presumir de una homogeneidad de crítica positiva tan abrumadora.
A esto último contribuye también el dibujo de Gibbons, un maestro de los lápices. Ausencia de onomatopeyas, escenas de lucha más viscerales y realistas aunque menos dinámicas y un homenaje al estilo de dibujo
del cómic de superhéroes clásico son sus señas de identidad más características, todo ello conjuntado de forma magistral con una dosis de realismo de la que carecía el medio hasta entonces. La narrativa del dibujo se combina a la perfección con la excelente e inigualable prosa de Moore, haciendo que la historia fluya por las viñetas, predispuestas de esa forma a propósito para conseguir una mayor sensación de sorpresa e innovación.
Por: Javier García.