“Las penas del joven Werther” irrumpe en una Europa cartesiana en donde imperaba el mundo de la razón. En pleno auge del conocimiento científico, a finales del siglo XVIII, surge un joven escritor con formación en leyes y espíritu renacentista, que apuesta por el mundo de los sentimientos como el único vehículo válido para aprehender el mundo: ahí está la novedad del movimiento Sturm und Drag, creado por Goethe y su amigo Herder. Este movimiento será luego el germen del romanticismo alemán que tendrá a Novalis como su mayor poeta,
y a Schiller como su dramaturgo abanderado.
Goethe escribió esta novela cuando tenía 25 años, mezclando algunos datos biográficos en la historia del protagonista: el joven autor desnuda su alma en la frustración de un amor no correspondido. La fuerza de la pasión que recorre la prosa produjo una gran conmoción, muchos jóvenes se identificaron con el drama.
Vuelvo a hacer un paréntesis para situarnos en la época porque creo que es importante la perspectiva: en aquellos tiempos los matrimonios eran planeados por los padres en función de sus intereses, no se elegía libremente a la pareja, circunstancia que hoy es impensable. Por ello, y dado que el mundo se organizaba de otra manera y la felicidad del amor era escurridiza, la problemática planteada en “Las penas del joven Werther” caló hondo y remeció a una sociedad que se identificó con el sufrimiento del joven enamorado que se niega a vivir sin la mujer a quien ama. Ni el temor de Dios -en un mundo cristiano y rígido del siglo XVIII- ni el temor a la sociedad que exige el cumplimiento de sus reglas- pudo frenar su impulso: Werther se convierte en un héroe universal porque se rebela, en un acto libre y voluntario, contra el mundo que le había tocado vivir.
La modernidad de Werther
La novela, tal como la conocemos hoy, es un género que florece en el siglo XIX. Antes, a excepción de El Quijote (1605) y Tristan Shandy (1759), dos gloriosas excepciones, la lírica y el teatro fueron los medios de expresión más comunes. Con “Las penas del joven Werther”, Goethe resuelve algunas dificultades narrativas para poder contar una historia en prosa: elige, para ello, el género epistolar, lo mismo que hace Choderlos de Laclos en “Amistades peligrosas”, novela publicada en Francia en 1782. En cada carta, el joven irá narrando lo que hace y sus estados de ánimo, en una suerte de diálogo -en realidad es un monólogo- con su amigo Guillermo, y de esa manera se evidencia el transcurrir del tiempo y la evolución del protagonista. Además nos ofrece pinceladas de la época cuando Werther se refiere a su entorno, ya sea el campo o la ciudad.
De manera magistral el epílogo nos brinda la posibilidad de oír otro punto de vista, el que asume el editor. Con gran sabiduría, Goethe redondea la historia al ponernos al día de lo que realmente sucedió. La vuelta de tuerca es definitiva para cerrar, le da densidad a la historia, la enriquece, y le otorga la verosimilitud que espera el lector para identificarse y entregarse.
Como lectores contemporáneos, nosotros casi sólo leemos novelas, nos cuesta valorar el inicio del género, pero abrir caminos exige mucho esfuerzo. Y Goethe tuvo éxito, “Las penas del joven Werther” se tradujo rápidamente, la novela traspasó las fronteras alemanas y creó una moda. Para evaluar lo novedoso del género que elige Goethe es importante señalar que su obra posterior, la más conocida, es Fausto y no es una novela, sino un drama en verso.
¿Cuáles son los temas que Werther plantea? Por un lado tenemos la comunicación con la naturaleza, que será el gran tema romántico. La naturaleza es un espejo de Dios, su obra más sublime, y por eso precisamente se la valora, en oposición a la civilización que es obra del hombre, un ser imperfecto.
Para terminar, es importante repetir que toda la primera parte está contenida en las cartas de Werther, por lo tanto, hasta ese momento, ignoramos el punto de vista de Carlota. Cuando aparece el editor, se asoma una Carlota atormentada por la situación, conmovida por el joven enamorado quien causa una gran impresión en ella. Werther le deja una carta, y de esa manera la implica y la señala. Él no se contiene ni guarda silencio, su pasión lo devora todo, después del beso cambia su actitud y se desborda. Estos elementos lo elevan a la categoría del mito romántico, y por eso seguimos leyendo “Las penas del joven Werther” en el siglo XXI con gran interés.
Por: Liliana Costa