TENES QUE LEER: LA FUERZA DE LA POESÍA ÍNTIMA

La figura de esta poetisa americana viene marcada por su inusual existencia: nació, vivió y murió sin apenas salir de su casa de Amherst (Massachussets). Esta reclusión voluntaria marcó su obra de lirismo.

Es una de las grandes figuras de la literatura norteamericana del siglo XIX aunque, irónicamente, apenas publicó media docena de versos en vida. El resto, casi 2.000 poemas más, vieron la luz y consiguieron el éxito hasta consagrarla como “clásico” de las letras tras su muerte.

Emily Dickinson fue una poetisa innovadora, inteligente, profunda y brillante pero la sociedad de su tiempo se mostró incapaz de acceder a su obra. Su vida también es un misterio del que tan sólo conocemos lo que ella deja translucir a través de un millar de cartas que intercambió con varios personajes de la época, sobre todo con Thomas Wentworh Higginson. Una relación epistolar que nos aproxima a la escritora y su obra.

Emily Dickinson nació en 1830 en Amherst, un pueblo de Massachussets (Nueva Inglaterra). Su familia era una de las de mayor influencia en la sociedad puritana de la próspera localidad y su casa, Homestead, era frecuentada por la clase dirigente. Tanto ella como sus dos hermanos (Austin, el mayor, y Lavinia, más pequeña que Emily) estaban acostumbrados a estas reuniones y a la vida social que podía darse en el pueblo.

Emily Dickinson empezó a escribir poemas a los 20 años, primero en un estilo fantástico para dar paso a otros experimentos narrativos. Pero su mayor época productiva se iniciará tras la Guerra Civil, cuando la autora decide vestir siempre de blanco y recluirse en su casa, aunque más bien será su habitación el espacio que ella considere como de verdadera libertad.

Su vida transcurrió de esta forma, entre el mundo poético que se desataba entre los muros de su habitación y el cuidado y atención que dedicó a su casa y a su madre, postrada por enfermedad tras la muerte de su padre.

Entre los pocos contactos que mantuvo con el exterior se encuentra su larga correspondencia, iniciada en 1862, con el clérigo y escritor Thomas Wentworth Higginson. Este representante del establishment literario del momento recibió con cautela los poemas que durante años le envió la joven Dickinson. La poesía de la autora de Amherst, llena de metáforas, con una sintaxis totalmente innovadora (a través del uso y abuso de guiones y mayúsculas), con un ritmo trepidante, desconcertaban a un Higginson demasiado preocupado por realizar obras que gustasen al público de la época. Tras recibir varios de sus poemas la animó a seguir escribiendo pero le recomendó no publicar su obra ya que no estaba seguro de que pudiese ser entendida por los lectores. De hecho, ni él llegaba a entenderla.

Tras la muerte de Emily Dickinson, en 1886, su hermana Lavinia editó una selección de sus poemas en tres volúmenes. A pesar de varios errores editoriales, el primer volumen obtuvo cierta fama. Años después y tal vez alentada por este éxito, una sobrina de la poetisa, transcribió y publicó otros poemas suyos. Finalmente, la edición de Thomas H. Jonson en 1955 de sus obras completas dio a conocer al gran público el trabajo de la autora.

Sus poemas, en los que trató con inteligencia y sofisticación temas tan universales como el amor y la muerte, han tenido desde entonces una considerable influencia en la poesía moderna. Su obra, compuesta principalmente de poemas breves, resulta tremendamente innovadora por el uso de guiones y mayúsculas, su métrica rota, rima asonante, metáforas poco convencionales y un compendio de singularidades que son fiel reflejo de su profunda vida interior.

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