Por Cutusú
Cuando conozco a una persona tardo exactamente diez segundos en contarle que soy de Salta y, si cuando lo hago no sonríe, sé que no va a ser amiga mía, y en eso la primera impresión jamás falla. Es muy probable que después de sonreír me pregunte si conozco a tal o cual persona y yo a todo respondo encantada, hago todos mis esfuerzos por encontrar el lazo que me une a esa persona que conoce.
Salta es la provincia más linda del mundo entero y punto final. Aquí no hay comas, ni puntos suspensivos, ni puntos seguidos. Cada vez que estoy en un lugar del planeta que yo siento maravilloso, le digo a Santi que me hace acordar a Salta. La verdad que yo no me había dado cuenta hasta que él me lo hizo notar volviendo de Sevilla.
Salta tiene el héroe más guapo de la Argentina y bastante mal humor me da que nadie sepa en Buenos Aires todo lo que hizo Güemes para que seamos libres. Vivió poco más que treinta años, pero luchó desde las primeras invasiones inglesas (se metió en un barco inglés a caballo y lograron que nunca toque tierra) hasta que San Martín cumplió con el sueño de liberar gran parte de América. Fue uno de los héroes que quedó en el camino para hacer de nuestra libertad un hecho. Güemes con su guerra de guerrillas creó la guerra gaucha. Lo mataron con un tiro en la espalda.
Preguntaron: ¿quién vive? Güemes respondió: “La Patria”. Sabían que ese día estaría en la casa de su hermana y que saldría por la puerta de atrás. Arriba de su moro y rodeado de sus gauchos llegó a la Cañada de La Horqueta y días después murió. A quienes dicen que los colores de nuestro poncho significan la sangre y el luto. Hoy, cada vez que veo un gaucho en su caballo, con su guarda ganado, su traje, su pañuelo de seda, sus botas, sus espuelas, su sombrero, su caballo lustrado, me acuerdo de Güemes. Porque Güemes en Salta no murió y todos los 8 de febrero lo recordamos con el orgullo de haber nacido en la misma tierra que un gran hombre. Hace poco que el día de la muerte de Martín Miguel es feriado nacional, espero que con ello enseñen en las escuelas de todo el país su historia.
De Salta son los poetas de mi niñez, esos que la señorita Rosario me hizo aprender de memoria en cuarto grado y que nunca me los olvidé. Recuerdo los gestos que hacía para acord arme mirando el espejo y que la señorita Rosario nos tomaba las poesías los viernes, teníamos que pasar de a uno y recitarlas de memoria. Había una que hablaba de los indios de Salta y nombraba a cada una de las tribus, no se imaginan lo mucho que me costó aprenderlas bien. La misma señorita nos enseñó toda la geografía de Salta y ahí aprendí que tenía 23 departamentos. También nos contó la historia.
Yo la escuchaba con atención, a veces gritaba porque nos portábamos mal, pero también sonreía y era la maestra más linda del colegio. Me hubiera gustado tenerla en quinto y en sexto y en séptimo grado…
Salta tiene la plaza más bonita del mundo entero y los Chalchaleros le hicieron una canción que puedo escuchar infinidad de veces. Es que cuando uno escucha los Chalchaleros se acuerda de Salta, del perfume del azar, del lapacho en flor, del helado de dulce de leche de Fili, del cerro San Bernardo, de los carros llenos de fruta, de las nueces confitadas, de las palomas en la plaza. Y en esta plaza está el Cabildo con sus pisos encerados y el diablito en la punta que gira con el viento, también está la Catedral con el piso damero y la imagen del Dios que yo creo.
Salta tiene las empanadas más ricas, se comen en la casa de mis abuelos, se hacen en el horno de barro con leña. Saturnina mete la bandeja gigante llena de empanadas, cierra la puerta, reza tres padrenuestros y la vuelve abrir. Ya están listas, son chiquititas, medio naranjas y tienen algunas partes quemadas. La carne está cortada con una prolijidad de quien no sabe del tiempo. La papa no se deshace y el pimentón es del bueno. La mesa de madera en la cocina de mis abuelos llena de empanadas tapadas con un mantel de cerezas color banco y damasco es mi infancia. Las empanadas de mis abuelos son jugosas, pero la masa no es una goma, ni tienen huevo, ni aceitunas. Y quien las probó sabe que son las mejores empanadas del mundo.