Por Cutusú
Diseño accesorios y objetos de decoración para la casa, pero también los vendo. En estos diez años de contacto directo con mujeres descubrí nuestro mundo. Aprendí a escuchar, a mirar, a darles espacio para cualquier cosa, a no juzgar y aceptarlas como son. De cada una de las mujeres que pasó por Cutusu me llevé una sorpresa que me ayudó a descubrir aspectos de mi vida.
Todas distintas. Algunas trabajan el día entero en una oficina, otras se quedan en su casa ocupándose de sus hijos. El anillo de abeja lo usa una mujer adicta a la lectura y otra adicta al gimnasio. El collar de ranas lo compra una señora triste y otra llena de vida. El brazalete de flores lo tiene una joven médica y otra contadora. La cartera Rayuela es la favorita de una chica que habla hasta por los codos y de otra que elige el silencio. Y la lista es infinita y cuando creo que ya conozco todas las descripciones aparecen mujeres distintas y yo me divierto siempre.
Todas tiene algo en común: la culpa. Culpa por dejar a los chicos solos en la casa. Culpa por tener unos kilos de más. Culpa por no saber cocinar. Culpa por haber pedido un anillo. Culpa por irse de viaje. Culpa por comprar un collar. Culpa por las cremas importadas que usa. Culpa porque envejecer. Culpa porque a sus hijos les va mal en el colegio. Culpa porque descubrió que su hija fuma. Culpa porque se puede comprar una cartera cara y su amiga de toda la vida no. Culpa porque sus padres están enfermos. Culpa porque no les gusta el campo y a su marido sí. Culpa, culpa, por mi gran culpa…
Todas distintas, pero atravesadas por la misma culpa. Como si cuando están muy bien no tuvieran el derecho. Como si no estuviesen hechas para merecer lo mejor que el mundo tiene para darles. Como si no valiesen lo suficiente para la vida que llevan. Es que desde chicas alguien nos dijo lo que estaba bien y lo que no. Nosotras, sin cuestionarlo jamás, lo creímos, lo hicimos propio. Entonces, en el momento que nos alejamos de lo que está bien (para esa persona) sentimos culpa. La culpa paraliza, no nos deja avanzar, no nos deja cambiar. Es una alerta, es un llamado de atención a la oveja que salió del redil. La culpa es un mecanismo de manipulación para meternos en el corral de otra persona. La culpa te aleja del presente y no te deja disfrutar nada. La culpa no sirve.
Todas las culpas del mundo no conducen a nada positivo. Sentir culpa es hacerte chiquita otra vez para creer lo que esa persona te dijo que estaba bien. Evolucionar es cambiar, es encontrar el equilibrio de lo que a vos te hace bien porque así lo sentís. No hay una regla para evolucionar, pero de lo que estoy segura es que tu vida no se puede planear sobre lo que alguna vez dijo alguien. Ese alguien puede ser tu abuelo, tu tío, tu primo, tus padres… Tu vida empieza cuando rompés con todo y armás el rompecabezas a tu medida. Nada que es no es, pero vale la pena. Y nadie que sienta que la culpa es justa para vos merece estar al lado tuyo.
Todos los hombres que vinieron a comprar algo a Cutusu lo hicieron rápido, sin dudar, pagaron en efectivo y se fueron. En su modo de relacionarse conmigo no había un ápice de culpa. Son más directos, quizás no saben leer entre líneas, pero jamás sienten culpa porque se compraron el auto que querían o el caballo o la bici. No hay culpa porque sienten que se lo merecen. Fin de la historia.