Por Cecilia María Abeleira | Licenciada en Nutrición – MP 036 | Certificación Abordaje No Dieta Centro Katz | www.matersalta.com | IG: @viandass_ssaludables
Las investigaciones en materia de salud y nutrición no paran. Constantemente se realizan estudios científicos que buscan prevenir enfermedades o mejorar el tratamiento de otras.
La obesidad, una de las enfermedades metabólicas más prevalentes, está comenzando a ser considerada una enfermedad cronobiológica, en la que la crononutrición podría ser una herramienta importante para mejorar su tratamiento y, por ende, la salud de la población.
La crononutrición surge en 1986 de la mano de un doctor llamado Alain Delabos. Es una filosofía que sugiere una alimentación que sigua nuestros relojes biológicos bajo la idea de que los alimentos tienen efectos en el organismo según la hora en que sean ingeridos. Es decir, estudia el impacto de la ingesta sobre la secreción de hormonas relacionadas con el hambre, la saciedad, el sueño, la vigilia y la tolerancia a la glucosa.
¿Qué es el ritmo o ciclo circadiano?
El ciclo circadiano es el reloj biológico que regula y programa las funciones fisiológicas del organismo en un período de un día o 24 horas. Un ejemplo de ritmo circadiano relacionado con la luz es dormir en la noche y estar despierto en el día.
Hay «relojes» en prácticamente todas las células del cuerpo. Nos ayudan a despertarnos, pero también a regular la presión arterial, la temperatura corporal, los niveles hormonales y ahora se piensa que también pueden controlar la forma en la que procesamos los alimentos.
El reloj principal está en el cerebro. Es un grupo de aproximadamente 20.000 neuronas que forman una estructura llamada núcleo supraquiasmático o NSQ. El NSQ está ubicado en una parte del cerebro llamada hipotálamo y coordina todos los relojes biológicos del organismo al mantenerlos sincronizados.
Varios estudios científicos han vinculado los horarios de nuestras comidas con los ritmos circadianos de nuestro cuerpo, los cuales pueden tener que ver más con nuestro peso de lo que se creía hasta el momento. Estos estudios demuestran que realizar las comidas en horarios poco convenientes (además de que tengan calorías extras) favorece la aparición de exceso de peso, dificulta su pérdida y aumenta el riesgo de padecer Diabetes Tipo 2. Es decir que, aunque comas exactamente lo mismo, si lo hacés a horas que no son las óptimas para que estos relojes funcionen de manera sincronizada, vas a tener un efecto distinto sobre la absorción de nutrientes y el gasto energético (gasto de calorías)
También se observa relación entre los horarios de las comidas y la microbiota intestinal. Hay estudios que muestran que hacer el almuerzo tarde altera el equilibrio, la diversidad y la abundancia de las bacterias intestinales, pudiendo fomentar el crecimiento de algunas especies relacionadas con inflamación y obesidad.
PONER A PUNTO EL RELOJ
Con toda esta info deberíamos preguntarnos: ¿estamos comiendo a la hora que más le conviene a nuestro organismo? ¿A qué hora deberíamos almorzar y cenar?
Pues bien, los estudios demuestran que la hora tope para realizar el almuerzo son las 3 de la tarde. En cuanto a la cena, concluyen que debería existir un tiempo de al menos 2 horas a 2,5 horas entre esta y el horario de dormir. Podríamos tomar el ejemplo de algunos países de Europa a los que miramos con tanta extrañeza cuando almuerzan a las doce y cenan a las siete de la tarde. Tal vez eso sea demasiado para nosotros, pero tampoco parece razonable almorzar a las tres y media y comer a las once de la noche. Situar el almuerzo alrededor de la una y la comida cerca de las nueve podría ser un punto medio prudente. Y en cuanto a las cantidades, recordar el famoso dicho que en esta ocasión está avalado por la ciencia: Desayunarcomo un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo.