Conversaciones – By Flor Zumaeta
Cuando duele mucho, mucho el pecho y sentís que algo te oprime fuertemente y la respiración se vuelve más pausada, solemos decir que estamos angustiadas. Sí, angustiadas. Agobiadas, también.
A este dolor lo acompañan unas lágrimas que caen por nuestra mejilla sin rumbo fijo, encerradas en la toilette con la ducha prendida, confiadas en que nadie puede escucharnos. Ahí nos quedamos hasta que notamos que no hay más lágrimas, por ahora, salimos más aliviadas, pero la angustia, como la hemos bautizado, permanece dentro de nuestro ser.
Y con el correr de los días, doña angustia se va fortaleciendo dentro de nosotros y lloramos manejando, viendo una peli, en el supermercado…, y lloramos. A veces no sabemos el origen de esta desazón que invade nuestro cuerpo por entero. Otras tantas sí sabemos, pero optamos por no hacernos cargo. Ya va a pasar, nos dice nuestra voz interior.
¿Y pasa? mmmm, a veces sí, a veces no. Y aquí referenciamos a las hormonas, estas señoritas son muy responsables de estos estados; más aún si estamos en esos días. Y si la menopausia ha llegado, también tiene su parte en esta historia. Las hormonas, el estrés, la rutina, las obligaciones, los problemas, las frustraciones, los problemas de terceros, la salud; todos y cada uno pueden ser los responsables de esta angustia que no quiere irse y se empeña en sacarnos lágrimas de tristeza en lugar de felicidad.
Ahora bien, gramaticalmente hablando, la Real Academia Española define a la angustia como una aflicción. La definición nos dice también que es breve y puede venir acompañada de ansiedad, miedo y comienza repentinamente. Es un sentimiento difuso.
Diversos estudios afirman que muchas veces las angustias finalizan con un sufrimiento, dicho sufrimiento tiene sentido en tanto y en cuanto nos permita crecer psicológicamente, esto quiere decir que después de pasar por un estado de angustia podemos capitalizarlo de alguna manera siendo o estando mejor en lo afectivo y en las emociones.
Vivir una angustia, que muchas veces emerge cuando nos cuestionamos quiénes somos, para qué existimos, cuando perdemos a alguien o tenemos que tomar decisiones trascendentales, puede, de alguna manera, impedirnos toda posibilidad de progresar porque justamente esta angustia está impidiendo ver o alcanzar nuestro horizonte.
Les propongo entonces que vivamos, porque vivir es sentir. Sentir es caminar entre alegrías y sufrimientos. No podemos negar las angustias y tampoco podemos olvidar nuestra satisfacción.
¿Sabías que lo contrario a la angustia no es la alegría, sino la esperanza, que permite al ser humano tener nuevos proyectos, nuevas ilusiones? ¡Sí! Esperanza para nuevos caminos que se abren frente a uno y, justamente, a veces tenemos que poder sortear algunos palos en nuestra ruta, como una angustia, para así lograr renacer de la oscuridad más profunda y visualizar nuestro horizonte con otros ojos, con otro sentir.
Lo importante: identificar ese sentimiento que nos provoca estar angustiados, visualizarlo y correrlo de nuestro camino; ya sea entendiendo el para qué o bien comprendiendo que tengo que hacerle frente para renacer y continuar. Cada angustia tiene un motivo, tiene un fin. Dejarnos estar, sin dudas no es la solución, identificarla sí lo es. Porque dejarla estar ahí dentro no nos conducirá a nada ni a nadie. Derramaremos muchas lágrimas y la tristeza se apoderará de nosotros, y estoy segura de que no es lo que deseamos.
Si solos no podemos, levantemos la mano en señal de ayuda sin vergüenza. La vergüenza es otra cosa y en esta historia no cuenta. Sí cuenta el poder renacer.
Encontremos nuestra sanación para sentirnos mejor cada día que vivimos. Encontremos el para qué. Encontremos nuestro bienestar interior, permitiéndonos vivir aquello que nos toque, pero sin que se apodere de nosotros. Siempre se logra visualizar el camino y podemos elegir cómo y con quién transitarlo.
Lic. en Comunicaciones. Facilitadora de Bienestar .Coach en PNL – Máster en PNL – Teléfono: 3874835362
Mail: florenciazumaetahotmail.com – IG: florenciazumaeta –
Fbk: Momentos de Bienestar